Gobierno de la ciudad de Buenos Aires
Hospital Neuropsiquiátrico
"Dr. José Tiburcio Borda"
Laboratorio de Investigaciones Electroneurobiológicas
y
Revista
Electroneurobiología
ISSN: 0328-0446
La técnica moderna
en la
autopsia del cerebro
por
Christofredo Jakob
Director del Laboratorio
Contacto / correspondence: Vixit (1866-1956)
Electroneurobiología 2006; 14
(1), pp. 83-114; URL <http://electroneubio.secyt.gov.ar/index2.htm>
Copyright
©2006 Electroneurobiología. Trabajo publicado originariamente en La Semana Médica, 1909, núm. 2, llevando
el siguiente pie de imprenta (todo en mayúsculas): "Buenos Aires / «La
Semana Médica» - Imp. de Obras de E Spinelli / 737 - Callao – 737 / 1909".
El trabajo fue realizado en este Laboratorio, que en la actualidad es también
Monumento Histórico Nacional. El presente es un artículo de acceso público; la
copia exacta y redistribución por cualquier medio están permitidas bajo la
condición de conservar esta noticia y la referencia completa a su publicación
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SUMARIO. Los cortes
de Jakob, famosa técnica pautada para seccionar útilmente el órgano
cerebral e inmediata señal inequívoca de la destreza de un operador, se explica
aquí de forma clara y sencilla. Su autor Christofredo Jakob modestamente
menciona diversos antecedentes y declara que el suyo es un método "ecléctico",
que incluye cierta selección de aquellas doctrinas. La ortografía y algunas
expresiones fueron actualizadas por Mario Crocco, quien asimismo provee algunos
comentarios.
ABSTRACT: Jakob's cuts, famous standard technique to usefully slice up the
brain organ and a clear-cut, straightforward marker of an operator's
skillfullness, are explained here in a clear and simple way. The author Christfried
Jakob modestly indicates their background and declares his method an "eclectic"
one, which includes a selection of former doctrines. Spanish ortography and
some expresions were updated by Mario Crocco, who as well provides some commentaries
in the text.
La importancia capital de la técnica de autopsia macroscópica, para el
examen posterior histopatológico completo de cualquier afección mórbida, no se
evidencia en ningún órgano tan claramente como en el cerebro. [Compárese con el concepto de von
Strümpell en su Prólogo al Atlas de Jakob, 1895: "Apenas
si existe otro territorio como la neuropatología en que la concordancia interna
entre la patología clínica por una parte y la anatomía normal y patológica por
la otra se advierta tan claramente y muestre tanta continuidad." Nota de
Mario Crocco.] Una técnica
inapropiada al principio de la autopsia puede tornar del todo ilusorio un
examen científicamente satisfactorio. Como en estos últimos decenios han crecido
enormemente las exigencias clínicas para hacer manifiestos los resultados que
puede suministrar una autopsia cerebral bien dirigida, esa técnica debe también
penetrarse de los progresos anátomo-clínicos logrados en el órgano principal
humano y adaptarse a ellos con sus procedimientos, porque todos debemos
trabajar en primer lugar para la clínica, el sol central de la medicina. [Compárese con el concepto del mentor de
von Strümpell, Carl Wunderlich, en su alocución inaugural del 12 de marzo de
1851 en Leipzig, donde enfatizó la terapia como objetivo de todo esfuerzo
médico a cuyo servicio se emplaza la investigación exacta. Nota de M.
Crocco.]
Es por lo expuesto explicable que los viejos procedimientos de Rokitansky
y Virchow para la autopsia cerebral no puedan hoy día de ninguna manera satisfacer
más. [Motiva nuestro artículo una publicación hecha en este periódico – La
Semana Médica núm. 47 de 1908 – por
el señor Varalla, que da un extracto de las conferencias de nuestro distinguido
anátomo-patólogo, Prof. Dr. Susini, y
de las cuales resulta que, tanto aqui como en muchas universidades de Europa,
se siguen todavía esos antiguos procedimientos. Nota de
Chr. Jakob.]
Ellos tienen sus grandes méritos, pero pertenecen a la historia; y
solamente en cuanto a la apertura del cráneo y de las meninges se han
conservado con razón las indicaciones dadas por estos ilustres anatomopatólogos.
Las modificaciones que se han introducido sucesivamente y a la par con los progresos
de nuestros conocimientos en localización y estructura cerebral, se deben
principalmente a Meynert,
Nothnagel, Pitres, Bramwell, van Gieson, Nauwerk, Pick, Siemerling,
Weigert, von Monakow, Déjérine, von Walsem y otros. No teniendo la intención
aquí de brindar un estudio histórico acerca de las diferentes proposiciones de
estos autores respecto de la técnica y autopsia cerebral, nos concretaremos a
presentar una síntesis de los procedimientos técnicos, eclécticos, que en nuestro
laboratorio y en los cursos oficiales de trabajos prácticos de la clínica
neurológica y psiquiátrica se han recomendado por su sencillez y adaptación
fácil a las diferentes formas de lesiones cerebrales – y, sobre todo, porque
ellos permiten todos los métodos de investigación histológica ulterior, que
para un estudio científico ordenado hoy día se exige. Nosotros no aceptamos,
pues, una técnica macroscópica diferente
para el anátomopatólogo general y para el especialista del sistema nervioso. Es
recién en los métodos histológicos donde interviene la especialización; e
insistimos en que, después de la autopsia, el cerebro debe estar en condiciones
de servir para ese examen.
Recordaremos primero los principales puntos de orientación que nos
deben guiar en una autopsia cerebral:
1.
El órgano no debe sufrir alteraciones, ni artificiales (por compresión,
desgarres, lavajes), ni cadavéricas.
2.
La técnica debe aclarar sobre todo la localización exacta de las lesiones
corticales o subcorticales, punto principal para la clínica.
3.
Los cortes que se hacen en el órgano deben ser sencillos, pocos, totales,
paralelos entre sí y de direcciones perfectamente determinadas, porque los
cortes parciales no permiten una orientación exacta y producen desviaciones de
la disposición anátomo-topográfica en caso de endurecimiento posterior. Cortes
numerosos destruyen inútilmente gran parte del material, sin brindar por ello
al autopsiante más luz sobre los procesos patológicos: porque, cuando ellos son
extensos, los verá él en pocos cortes, y cuando son limitados ó microscópicos,
entonces un examen macroscópico resulta en todo caso insuficiente y hay que completarlo
por el examen histológico. Ellos deben ser sencillos, para que cada médico sin
preparación especial sea capaz de ejecutarlos; y deben ser paralelos y de
dirección determinada, para que cualquier cerebro, después de haber concluído
la autopsia, pueda ser reconstruído otra vez, sin pérdida o deformación, y pueda
servir sobre todo para el examen histopatológico que – en tantos casos – recién
nos dará la luz que en vano el clínico esperaba de la autopsia macroscópica.
La técnica debe por eso evitar con toda decisión cortes oblicuos, diagonales
e incompletos; y el procedimiento de Rokitansky-Virchow, con sus cortes desordenados,
numerosos y aplicados en direcciones sucesivamente variadas, perjudica todo
examen ulterior sistemático, sin prestar ninguna ventaja, como resulta de una
corta critica de ellos.
El error principal de estos procedimientos se basa sobre todo en la
creencia de que haya que abrir ante todo los ventrículos laterales [Nosotros vemos todavía en ese proceder un resto de la
importancia que daban los viejos anatomistas a los ventrículos, como asiento de
los espíritus. Nota de Chr. Jakob.] para averiguar su contenido y sus
relaciones – sin darse suficientemente
cuenta de que en la autopsia cerebral, ya al sacar el cerebro, se va perdiendo
una parte de su contenido, por la compresión inevitable (sale el líquido por
las aberturas fisiológicas de los agujeros de Magendie y Luschka), de manera
que solamente la abertura ventricular antes de sacar el cerebro del cráneo nos
daría el resultado deseable. Pero se ha exagerado la importancia del examen
precoz ventricular, porque tanto las dimensiones como el contenido ventricular
se pueden estudiar con todo provecho [los elementos
organizados del contenido ventricular (fibrina, pus,
sangre, concreciones calcáreas, quistes, etc.) se depositan invariablemente
sobre las paredes ventriculares, sobre todo en los plexos coroideos, y no pueden nunca escaparse al examen posterior; nota de
Chr. Jakob); y mejor todavía en los cortes horizontales
sucesivos que usamos nosotros, sin tener que destruir, como lo hace el método antiguo,
las relaciones topográficas del cuerpo
calloso con las vías centrales de los hemisferios. Nosotros rechazamos por
eso ese corte antero-posterior oblicuo del techo ventricular, del todo inútil y
destructor, que después
del primer corte horizontal, encima del cuerpo calloso, se practica en
la técnica citada. En cambio nosotros guardamos precisamente las relaciones del
cuerpo calloso con el hemisferio, que a menudo son el asiento de lesiones que
de otra manera quedan desapercibidas.
Otro gran inconveniente de esa técnica es que ella no presenta al
examen médico la cara mediana intacta de los hemisferios cerebrales, sino en
pedazos, así que las numerosas lesiones de esa región por eso nunca se pueden
estudiar en sus localizaciones detalladas. La única ventaja que ganamos, la de
poder mirar al tercer ventrículo de arriba, es de tan poca importancia práctica
que no compensa el defecto criticado. Esa abertura prematura y especial de los
ventrículos laterales y medios, a la que los técnicos antiguos dan tanta
importancia, es un método excelente para los estudios normales anatómicos; pero, para la anatomía patológica no vale lo mismo, porque la podemos aplicar solamente
con el sacrificio de las relaciones normales de regiones muy importantes para
la clínica.
La técnica común continúa después de haber abierto los ventrículos con
cortes vértico-transversales por los ganglios centrales (cuerpo estriado y
tálamo): cortes generalmente colocados irregularmente, sin método ninguno,
oblicuos, diagonales … ; hechos, en fin, como caen. He aquí el otro gran error
de la técnica oficial. Hay que criticar ya el cambio no motivado de la
dirección; habiendo empezado con un corte largo horizontal por el cerebro,
debía seguirse en la misma dirección; pero se cambia y sigue con cortes
vértico-transversales. Así que la parte dorsal del hemisferio y la ventral del mismo están
divididas en el sentido opuesto. Además, el gran número de los cortes que se
aplican destruye inútilmente la región
capsular: precisamente la parte
más importante del interior hemisférico para el clínico. El mismo cambio
inmotivado en la dirección de los cortes se constata en la autopsia de cerebelo
y bulbo; se siguen aquí cortes sagitales, horizontales y vértico-transversales.
Así que hasta el mejor conocedor de la anatomía cerebral ha de perder su orientación;
y debemos
precisamente tener en cuenta que los conocimientos de estructura interior
cerebral, en la mayor parte de los autopsiantes, no son muy adelantados.
Como resultado final de esa técnica oficial queda nuestro pobre
cerebro en estado lamentable y, lo que es peor, en igual estado quedan los
protocolos de la autopsia cerebral. Estos, debido a la técnica, a menudo no
consignan lo importante, sino lo insignificante.
La reacción contra este estado de cosas ha venido de Francia; en ese
país algunos se han convencido primeramente de la necesidad de hacer cortes enteros,
en direcciones bien determinadas. Son los conocidos cortes de Brissaud y
Pitres, cortes que empezaron a emplearse por los especialistas con grandes ventajas
[Este hecho ha contribuido indudablemente a que en
Francia, en ese periodo, se hiciera más propaganda para las investigaciones
acerca de las localizaciones, sobre todo en el interior cerebral, que por
ejemplo en Alemania, donde el método de Virchow dificultaba en alto grado los
estudios sobre localizaciones centrales. Nota de Chr. Jakob. Compárese
con el trabajo del Prof. Pauly, "Cerebral
Localization in Bismarckian Germany", en esta misma revista; nota de M. Crocco] pero que, debido a ciertas deficiencias, no
lograron entrar en la técnica oficial.
Los cortes de Pitres tienen especialmente un inconveniente muy serio:
su oblicuidad. Esta no tiene en
cuenta la estructura topográfica interior, sino la dirección – además algo
variable – de algunas circunvoluciones y surcos exteriores. Hay que desprender
además la leptomeninge para orientarse bien sobre esa dirección.
Eran sobre todo von Monakow y Déjérine quienes insistían en que la
dirección de los cortes por hacerse debía ser o bien perfectamente horizontal,
o vértico-transversal al eje del hemisferio aislado y puesto sobre la mesa.
Para todos los cortes cerebrales subsiste, aun así, un inconveniente
muy grande, que es el estado de la consistencia del cerebro. Este, sea debido a
las lesiones o a la temperatura externa, altera tan rápidamente los cortes más
lisos y correctamente practicados, que esos métodos tampoco se vulgarizan. Para
solucionarlo tenía antes que venir el método del empleo del formol, para el
endurecimiento y conservación de los cerebros. Recién este permitió sacar todo
el provecho del método de los «cortes
seriados macroscópicos», que es hoy día el único ideal para la autopsia
cerebral, así como lo es también para la investigación histológica e
histopatológica.
Lo esencial de esta técnica es que no se hace ningún corte en el
órgano fresco, sino que la autopsia se divide en dos tiempos. El primero es el
acto de la autopsia sobre el cadáver, con la constatación de todos los datos
que la inspección, el tacto, la mensuración y el pesaje nos pueden dar sobre la
configuración exterior de meninges, vasos, nervios y circunvoluciones. Después
de eso, pasa el órgano al formol (solución acuosa al 10 %, por 6 hasta 8 días;
en verano dos ó tres días más) y recién ahora se pasa al segundo acto de la
ejecución de los cortes seriados. Se consigue así una ventaja tan grande en la
ejecución de los cortes, que el que ha seguido una vez ese modus operandi lo conservará sistemáticamente para siempre. El
inconveniente de la prolongación de la autopsia se reduce a muy poco, si
tenemos en cuenta lo que en cambio gana el resultado definitivo de la autopsia,
que se puede efectuar con la tranquilidad necesaria y sin apuro; que además la
fijación por el aparato fotográfico de cualquier corte es ideal, y más todavía
si nos recordamos de que hasta en un examen médico-legal, si se trata de un
procedimiento químico ó bacteriológico, pasan a veces muchos días hasta que se
pueda completar la autopsia. El clínico, deseoso de ver la localización de un
supuesto tumor intracerebral, esperará la segunda vez con mucho gusto si la
primera vez ha recibido una ilustración tan perfecta como la facilita el método
de los cortes seriados en el cerebro formolizado. En fin, las ganancias son
tantas, que se recompensan mil veces los pocos días durante los cuales debemos
mantener nuestra impaciencia en un caso interesante. Si en un caso excepcional
fuese necesario practicar la autopsia completa en el órgano fresco, se puede
perfectamente aplicar el método de los cortes seriados, que ahora
describiremos, poniendo los trozos, después de la autopsia, en tarros anchos y
con fondo liso, encima de poca gasa, con la solución de formol para su fijación
ulterior. Pero nunca se consiguen los cortes tan perfectos como con
formolización anterior.
Los diferentes actos de nuestra técnica son:
1. Abertura del cráneo, examen de la duramadre, del seno longitudinal
y espacio subdural;
2. Extracción
del cerebro;
3. Examen de la base craneana;
4. Examen de la configuración exterior cerebral, leptomeninge, de los
vasos y nervios de la base;
5. Peso y otras mensuraciones;
6. Endurecimiento en formol a 10%, 6 hasta 8 días;
7. Separación de rombencéfalo, mesencéfalo y ambos hemisferios, por
los tres cortes fundamentales (antes de hacer eso, se pueden sacar las
fotografías de la configuración exterior);
8. Examen de los hemisferios, por cortes seriados, horizontales o vértico-transversales;
10. Fotografías de los diferentes cortes, si se juzga necesario;
11. A continuación, sigue la técnica histológica, pasando los cortes
al licor de Müller, alcohol, cromalumbre, nitrato de plata, etc., según se
quiera hacer los métodos de Weigert, Nissl, Cajal, Bielschowsky, etc., etc.
En
cuanto a los tiempos número 1 a 5, hay poco que recordar y quiero aquí insistir
en algunos puntos solamente. La altura mejor en la cual conviene serruchar el
cráneo es el llamado «ecuador hemisférico» ó línea glabelo-suprainíaca [Véase al respecto nuestro estudio sobre topografía cerebro-craneana,
Revista de la Sociedad Méd. Argentina. Nota de Christofredo Jakob. En ese estudio, el Prof. Jakob elucidó
las relaciones entre partes del cerebro y exterior del cráneo, venciendo
numerosas dificultades que obstaban a la la precisión en la aplicación del trépano.
La información así adquirida, como vemos, encontró aplicación también en la
apertura craneal de la autopsia. Esta hoy a menudo se efectúa con sierra, por
lo general eléctrica, de hoja redonda: técnica que materialmente deja sus
huellas en el cerebro cuando la hoja penetra bruscamente – por lo que es mucho
más seguro trabajar al estilo aquí descripto, primero con maza de madera y cortafrío
y con hachuela luego, como de seguido indica el Prof. Jakob. Nota de Mario
Crocco]. Téngase con la sierra mucho cuidado,
sobre todo en la región temporal; y rómpase la tabla vítrea interna con hacha,
no con el serrucho. Las mejores sierras son las de carnicería comunes y no las
llamadas "anatómicas", porque aquellas dan más comodidad a la mano.
Si existen hematomas o tumores subdurales, o seudomembranas, conviene sacar la
duramadre junto con el cerebro para poder estudiar mejor, después de la
fijación en formol, la compresion cerebral producida. Las bandeletas olfatorias
se desprenden con el dedo de la lámina perforada y se pegan
por su propia humedad a la base del lóbulo frontal. El nervio VI se corta antes
del V y mejor con tijera larga y delgadíta (porque con cuchillo se rompen sobre
todo los nervios III y
VI), en el sitio de su origen aparente. La separación del bulbo de la médula
cervical debe hacerse en la altura del segundo ó tercer segmento cervical, después
de estar seguro de haber cortado las arterias vertebrales y las raíces
cervicales superiores. Es necesario que salga íntegro el bulbo junto con el
primer segmento cervical, porque recién en éste se completa el entrecruzamiento
piramidal. Para notar las atrofias frecuentes de los nervios cerebrales (nervio
óptico, por ejemplo), hay que acostumbrar el ojo a sus dimensiones, consistencia
y color normal.
Para formolizar el cerebro, se necesitan tarros muy anchos para que el
cerebro no toque nunca la pared, con gasa por debajo (Retzius cuelga el cerebro
aislándolo en la arteria basilar, dejándole nadar libremente en el líquido). La
solución debe ser muy abundante, por lo menos el doble del volumen del cerebro.
Pero, una vez endurecido, puede pasar el cerebro a tarros más pequeños,
utilizándose entonces el tarro grande sucesivamente para los cerebros frescos
que siguen. Si no se tienen esos cuidados se pudre el cerebro dentro del
formol, porque el órgano se hincha durante el endurecimiento y el tarro que el
primer día parecía justo, aprieta y comprime pronto la masa encefálica,
impidiendo así la sucesiva imbibición de las partes centrales con formol.
También es conveniente cambiar en los primeros días la posición del cerebro. El
ideal para conseguir la fijación de la forma natural y de su estructura es
naturalmente la inyección intravascular de la solución fijadora. Pero, en las
autopsias, por circunstancias externas, en la regla no se puede proceder así.
Durante el verano argentino se impone la autopsia cerebral tan
prematura como sea posible y es evidente que el tiempo fijado por la ley como
término de la autopsia obligaría siempre a trabajar en órganos putrefactos.
El único remedio ahí es la formolización intravascular del cadáver antes de la
autopsia, o la autopsia prematura. A pesar de todos estos cuidados, ocurre en
la estación caliente que el centro del cerebro se reblandece y, por eso, en los
días de gran calor es necesario aplicar ya al segundo día los dos cortes de
Monakow, que más abajo describimos. Otra alteración, frecuente en verano, es la
formación llamada por los franceses de «fromage de
Gruyère» (Véase fig.
1, 2 y 3). Ella es debida a la invasión, en el período postmortal o
agónico, del colibacilo, según estudios bacteriológicos hechos al respecto en
nuestro laboratorio. Esa invasión en los vasos sanguíneos cerebrales y el desarrollo
de múltiples quistes gaseosos se observa sobre todo en la substancia blanca
central, en el cerebelo y los ganglios centrales. Su formación se revela por el
hecho de que el cerebro sobrenada en el líquido fijador y el único remedio
sería la inyección intravascular de formol
puro. [Con esta expresión técnica, Jakob se
refiere a la solución acuosa de formalina al 40%. M.C.].
Fig. 1
Fig. 2
Fig. 3
Habiendo conseguido un endurecimiento satisfactorio del cerebro en
totalidad, procedemos a los cortes fundamentales, los que, si existiere apuro,
se pueden igualmente hacer en el acto mismo de la autopsia.
La aplicación de esos cortes se basa en la división natural del encéfalo,
tomada de su embriogénesis, que divide el órgano central en tres vesículas: anterior,
media y posterior. Separamos por el primer corte el rombencéfalo (bulbo, puente
y cerebelo en conjunto) de la región cuadrigémino-peduncular (mesencéfalo).
Para ese corte, ponemos el cerebro al revés, base arriba, sobre la mesa; agarramos con la mano izquierda el
cerebelo, levantándolo algo y cortamos con bisturí corto, en dirección
horizontal (¡no vertical!), por el borde anterior del puente, separando así
totalmente, en la llamada región ítsmica, los derivados de la vesícula cerebral
posterior del resto del cerebro. En la misma dirección horizontal, aplicamos el
segundo corte, previa separacion ligera de los lóbulos temporales que tapan el
pedúnculo cerebral y cortamos penetrando por encima de la bandeleta óptica, a
través de los pedúnculos cerebrales y cuerpos cuadrigéminos. Este segundo
corte, que separa el mesencéfalo del cerebro anterior, exige algún cuidado más
que el primero y, como tiene menos importancia que aquél, puede ser suprimido
en una autopsia común, quedando entonces la región peduncular en conjunto con
los hemisferios. El último corte produce ahora la separación de los hemisferios
cerebrales empezando con la región interpeduncular (espacio perforado
posterior), para seguir con la separación de las comisuras del III ventrículo, del
cuerpo calloso, del quiasma y de la región interseptal. En la fig. 4, representamos
la división del cerebro, que de esta manera sencilla hemos conseguido.
Las ventajas del procedimiento son ya ahora muy evidentes; hemos hecho
accesible a la inspección toda la circunferencia de los hemisferios cerebrales
y cerebelosos; podemos examinar detenidamente las circunvoluciones de la cara
interna hemisférica. Nos fijamos, cuando hacemos los cortes, en el liquido ventricular
que sale del acueducto de Silvio y del III ventrículo; podemos observar bien la configuración del cuerpo
calloso y de la comisura anterior, que de tanta importancia son para las funciones
cerebrales elevadas. Igualmente observamos la glándula pineal, las venas de
Galeno, los plexos coroideos mediales, la profundidad del III ventrículo, el
estado de su epéndimo y las dimensiones del agujero de Monro. Si hay alteración
en la configuración exterior de los hemisferios o del cerebelo, se sacan ahora
las fotografías macroscópicas de los diferentes costados, con desprendimiento
de leptomeninge o sin él.
Fig. 4
Pasamos ahora al examen de la configuración interior. Se pueden hacer
cortes seriados u horizontales, o vértico-transversales, prefiriéndose la
dirección horizontal cuando se supone una lesión central, que pone de manifiesto
la cápsula interna en todos sus segmentos, en un solo corte; o la dirección
vértico-transversal, cuando hay lesiones más superficiales, corticales o
subcorticales. Cuando no se espera ninguna alteración orgánica, es muy conveniente
por razones didácticas usar un hemisferio para la serie vértico-transversal y
el otro para la horizontal.
Para los cortes en general, es necesario que no sean muchos y
demasiado delgados, sino que ellos deben tener más ó menos un espesor de un
través de dedo pequeño (meñique), 12 a 15 milímetros, y que sean perfectamente
paralelos, lo cual se consigue con un cuchillo largo y ancho llamado aquí
cuchillo «de jamón». El cuchillo especial de Virchow para cortes cerebrales no
sirve de ninguna manera, porque no llena estas condiciones y se dobla demasiado.
Para esos cortes no se necesita ningún aparato de sostén, sino que es mejor acostumbrarse
a hacerlos a ojo
y mano libre.
Serie
vértico-transversal o frontal
Se pone el hemisferio sobre la mesa, la cara mediana hacia arriba, y
se practica inmediatamente, por delante de la rodilla del cuerpo calloso, un
corte perpendicular al eje largo del hemisferio (corte precalloso); y en
seguida otro detrás del rodete del mismo cuerpo calloso (corte retrocalloso).
Esos llamados cortes de
Monakow, que
ya más arriba hemos citado, dividen el hemisferio en tres segmentos, uno
frontal o prefrontal, otro
central (el más grande) y otro parieto-occipital. Tomamos ahora el segmento
central y lo dividimos paralelamente al plano del corte precalloso, por cuatro
cortes paralelos (cortes centrales núm. I hasta IV), de adelante hacia atrás,
en cinco pedazos vértico-transversales de igual espesor. Además, se dividen el
segmento frontal y parieto-occipital por dos o tres cortes más. Si ahora
ponemos esos trozos en su sucesión topográfica (véase fot. 5 y 6), sobre la
mesa, se nos presentan con regularidad
las siguientes regiones al examen:
El corte
precalloso (fot. 5, núm. 1) interesa exclusivamente el llamado
lóbulo frontal, o frontal anterior; nos muestra las tres circunvoluciones
frontales (1a, 2a y 3a frontal), las circunvoluciones orbitales, el giro recto
(g. r.) y la vuelta de la [circunvolución] supra-callosa. En el interior, la
substancia blanca central del lóbulo frontal, sin abrir todavía el ventrículo,
en estado normal. La substancia blanca es representada principalmente por las
radiaciones frontales del cuerpo calloso y la corona radiada frontal.
Los cortes efectuados más adelante, que en la fotografía no representamos,
no difieren fundamentalmente de éste, disminuyendo solamente las dimensiones
hacia el polo frontal.
El primer corte del segmento central (fig. 5, núm. 2), ó
corte ántero-capsular pasa por el
segmento anterior de la cápsula interna, atraviesa la cabeza del núcleo caudado
y el cuerpo calloso, algo por detrás de su rodilla. Las circunvoluciones
interesadas son la supracallosa (s. e.), la 1.a, 2.a y 3.a frontal (pie), la
ínsula de Reil, la cisura de Silvio y el polo temporal. En el centro aparece el
cuerno frontal del ventrículo lateral, limitado por el septum lucidum, la
corona radiada frontal, la parte anterior del núcleo lenticular, la cápsula
externa, etc.
El segundo corte del segmento central (fig. 5, núm. 3), ó genículo-capsular pasa por la rodilla de
la cápsula interna y muestra la extensión máxima del núcleo lenticular; y en
cuanto a circunvoluciones: la supracallosa, la 1ra frontal, la 2da. frontal (pie), el
opérculo rolándico, la silviana con la arteria del mismo nombre, la ínsula, la 1a, 2a y 3a temporal,
la fusiforme y el gancho del hipocampo. El
ventrículo se presenta como en el corte anterior (en nuestro caso, existe una
ligera dilatación); además, aparece el trígono cerebral, el agujero de Monro,
el núcleo amigdalíno, etc.
El tercer corte central (fig. 5, núm. 4), ó pirámido-capsular
pasa por el segmento posterior de la cápsula interna, justamente por la
región de pasaje del haz piramidal, que podemos seguir hasta el pedúnculo cerebral;
y vemos además la parte media del tálamo e hipotálamo. Circunvoluciones:
supracallosa, primera frontal, circunvoluciones rolándicas, anterior y
posterior, silviana, 1a temporal, temporal profunda (centro de audición) 2a, 3a temporal,
fusiforme, del hipocampo, cuerno de Ammón.
Fig. 5
El cuarto corte (fig.6, Nro. 1) o corte pósterocapsular pasa por el segmento retrolenticular de la cápsula
interna (vías sentitivo-ópticas), por el pulvinar del tálamo, interesa el rodete
del cuerpo calloso, el pie de la 1ra frontal, las rolándicas, la supramarginal,
etc.
El corte que sigue es el retrocalloso
(fig. 6,
Nro. 2), que demuestra el forceps
mayor del cuerpo calloso (radiaciones occípito-parietales callosas),
el lóbulo paracentral, la rolándica posterior, la supramarginal y, en el
interior, el carrefour ventriculorum (continuación del ventrículo hacia su
cuerno esfenoidal y occipital). Además, se notan las radiaciones occipitoparietales
de la cápsula interna (radiación óptica de Gratiolet). Los dos cortes siguientes
parieto-occipitales, que dividen el segmento posterior (fig. 6, Nros. 3 y 4)
interesan los centros ópticos, cuneus y língula, el lóbulo paracentral,
precuneus, supramarginal y pliegue curvo; en el interior, sobre todo, la
radiación óptica y las vías comisurales ópticas.
Fig. 6
Se ve por ese rápido resumen que nuestros cortes nos llevan a examen,
con toda seguridad, a todas las regiones corticales, subcorticales y capsulares
que pueden ser de interés para la clínica. Además, haciendo siempre el mismo
número de cortes, es facilísimo habituarse y familiarizarse con las regiones
topográficas cerebrales más importantes, porque ellas caerán, con pequeñas
variantes, siempre en las mismas regiones.
Suponiendo que con el otro hemisferio quisiéramos hacer la serie horizontal que consta de cuatro
cortes solamente, tomarnos el hemisferio, lo ponemos cara mediana hacia arriba
y dejamos caer el cuchillo como tangente por encima del cuerpo calloso y paralelo a una
linea ficticia, que une el punto más frontal del cuerpo calloso con el más
saliente occipital. Los demás cortes son paralelos a este primer corte supracalloso. El segundo corte pasa por
encima de estos puntos de mira (desde rodilla hasta rodete del cuerpo calloso),
quedando la bóveda del cuerpo calloso por encima del corte (corte calloso). El tercero pasa por la mitad del tercer ventrículo,
un poco por encima del surco de Monro, cortando la comisura media, el tálamo y
la cápsula interna, en su mayor extensión (corte
talámico-capsular). El cuarto corte pasa por la región infundibular del
tercer ventrículo (corte basal
o peduncular). En
cuanto a esas secciones horizontales, existen diferentes procedimientos que
varían, según los puntos de mira que sirven para el encuentro del plano
horizontal en el cual se quiere cortar.
Fig. 7
Flechsig, Brissaud y Déjérine usan procedimientos algo distintos; el
propuesto por nosotros es algo ecléctico y más sencillo. Como muestran las
fotografías 7 y 8, y sin entrar en mayores detalles, se observan todas las
regiones importantes corticales (región rolándica, opérculos, región calcarina,
región temporal, frontal, insular, etc.) los ventrículos laterales, los plexos coroideos, los
cuerpos estriados y el tálamo. De la cápsula interna sobre todo da el tercer
corte (fig. 8,
N. 1) su segmento anterior (radiación frontal), su rodilla, su segmento
posterior y retrolenticular (radiación témporo-parieto-occipital), etc. Si nos
conservamos como testigo un cerebro normal, bien cortado según estas
indicaciones, es facilísima la localización exacta de los focos, tumores,
hemorragias, quistes, etc. que la autopsia nos presenta, a menudo tan
inesperadamente. Unica previsión: es absolutamente necesario usar este procedimiento
sistemáticamente en todos los casos para dominarlo bien.
Fig. 8
Igual procedimiento aplicamos en la autopsia del cerebelo y bulbo. No
hacemos aquí cortes antero-posteriores, parciales del cerebelo; no nos importa
nada el corte sagital que muestra el famoso «árbol de la vida», que entretenía
los espíritus infantiles de los tiempos pasados, sino que nuestra intención es
también aquí poder explorar con método todas las regiones importantes para la
clínica. Estas son, fuera del cerebelo, sobre todo la región de la calota (vías
reflejas y sensitivas y núcleos bulbares) y la región pontino-piramidal (vías motrices).
Por eso lo más sencillo es practicar cortes vértico-transversales, al través de
cerebelo y bulbo unidos (la pieza colocada sobre la mesa), que cortan
sucesivamente de arriba hacia abajo todas esas formaciones, en sus relaciones
topográficas. Hacemos así una serie de cortes, a través del acueducto de Silvio,
del cuarto ventrículo, con su triángulo superior e inferior, y por fin, por la
porción bulbar propiamente
dicha, la región intermediaria cérvico-bulbar y los primeros segmentos de la
médula cervical.
En la fotografía Nro. 9, se
muestran:
Fig. 1.- Los
pedúnculos cerebrales, la substancia negra, el núcleo rojo, la calota, los
cuerpos cuadrigéminos anteriores, los cuerpos geniculados, acueducto de Silvio.
Fig. 2.- Los cuerpos
cuadrigéminos posteriores, el entrecruzamiento de los pedúnculos cerebelosos
superiores, la cinta mediana y lateral y la región pontina superior.
Fig. 3.- El mismo aspecto
del rombencéfalo, el vermis superior y los hemisferios del cerebelo, el
triángulo superior, el cuarto ventrículo, los pedúnculos cerebelosos superiores,
la calota, la porción media del puente, con el haz piramidal.
Fig. 4.- El vermis
superior e inferior, las olivas cerebelosas, el pedúnculo cerebeloso medio, el receso superior
del cuarto ventrículo, la calota (región del núcleo del VII par), la porción
inferior del puente.
Fig. 5.- El triángulo
inferior del cuarto ventrículo, úvula y tonsilla cerebelosa, la pirámide, oliva
bulbar, cuerpo
restiforme, los núcleos del X y XII par.
Fig. 6.- La porción
inferior del bulbo, con el entrecruzamiento sensitivo (fibras arciformes
internas), con la formación de la cinta mediana, la pirámide, los núcleos
posteriores, la formación reticular.
Fig. 7 y 8.- Primer
segmento cervical, con el entrecruzamiento piramidal o decusación.
Fig. 9.- El segundo
segmento cervical, núcleo de origen del espinal.
Fig. 9
Habiendo acostumbrado el ojo a la diferente coloración de los nidos de
substancia gris, al espesor de los nervios, etc., se notan las atrofias y
degeneraciones secundarias, frecuentes en esta región. Hay que mirar siempre el
epéndimo del cuarto ventrículo; este, sobre todo en el triángulo inferior,
puede presentar la ependimitis granular, como sintoma frecuente de una afección
cerebral crónica.
Hasta aquí hemos descripto la técnica más apropiada por ahora de la
autopsia cerebral, demostrando al mismo tiempo los inconvenientes de la antigua
técnica. Nuestro modo de proceder consistía en practicar cortes seriados
perfectamente determinados en cuanto a ubicación, número y dirección en el
cerebro fijado por el formol. Como ventajas de este procedimiento resultaban:
un examen completo de la configuración exterior e interior cerebral, la
relativa facilidad de localizar
exactamente las lesiones encontradas, la eliminación de todo apuro en la
autopsia, una consistencia cerebral que permite cortes exactos, lisos y no alterables,
una reproducción fotográfica perfecta, y un estado del cerebro que lo hace apto
para todo el examen histológico ulterior.
Fig. 10
Tenemos la intención todavía de demostrar las ventajas de la técnica
descripta que resaltan, sobre todo, muy claramente en los casos difíciles, de
lesiones orgánicas extensas, que tan profundamente modifican a veces la
configuración y consistencia del cerebro.
Empezaremos con el reblandecimiento
cerebral, afección frecuente y de gran importancia clínica, como ejemplo
ilustrativo para nuestra demostración.
Tal afección, como ya lo indica su nombre, lleva a la masa cerebral,
que como es sabido durante la vida presenta normalmente la consistencia de
manteca blanda, a un estado de consistencia mínima y friabilidad tan excesiva,
que en la autopsia ya la menor compresión con los dedos destruye la masa
confluyente. Un reblandecimiento extenso en el primer período era para el
método antiguo una verdadera «piedra de escándalo», pues los primeros cortes ya
dejaban el órgano en un estado imposible para todo examen interior – transformándose
el cerebro enfermo en una pasta deforme pegajosa. Para nuestro método en cambio
es la misma afección cerebral la verdadera «piedra de toque» como lo demuestra
la figura 10, la fotografía de un cerebro fresco atacado de un reblandecimiento
silviano extensisimo en su primer período. Notamos el hemisferio izquierdo en
todo más pequeño que el derecho. Todas las circunvoluciones cerebrales por
encima de la silviana izquierda (opérculo rolándico y circunvoluciones
frontales hasta la cara mediana), la ínsula de Reil y la primera temporal están
reblandecidas; la sustancia blanca subyacente hasta la corona radiada del
cuerpo calloso se encuentra en un grado mayor aun de desintegración, el núcleo
lenticular y caudado y la parte vecina de la cápsula interna forman igualmente
parte de la necrosis. Esta era debida a la obturación total de la arteria
silviana izquierda y cerebral anterior por una trombosis reciente en un hombre
de 54 años atacado de arterioesclerosis de las arterias basales del cerebro. El
enfermo había sufrido un ictus apoplectiforme nueve días antes de morir,
habiendo mostrado durante todo ese tiempo un estado semicomatoso y una
hemiplejía flácida del lado derecho (el caso procede de la clínica nerviosa del
Dr. Ramos
Mejía, del Hospital San Roque). Es precisamente en este primer período que
representa el tejido cerebral necrótico una mezcla tal de serosidad y elementos
aislados cerebrales y sanguíneos en degeneración grasosa, que a veces se
necesitan varias semanas de permanencia de la pieza en formol antes de que sea
posible cortarla. Como en este caso era útil poder comparar ambos lados, el hemisferio
sano con el enfermo, se había modificado la técnica, desistiendo de separar
ambos hemisferios por el corte fundamental núm. 3 (véase nuestro articulo anterior),
proceder que conviene en muchos casos cuando se quiere facilitar el estudio de
una lesión unilateral por la comparación con el otro lado, o cuando una lesión
de un hemisferio (un tumor, por ejemplo) ha producido alteraciones por
compresión también en el hemisferio opuesto. Como este hecho es un punto muy
importante para la clínica, insistimos un momento sobre esa «compresión contralateral». Cuando un
tumor empieza a desarrollarse en un hemisferio se hace sentir la compresión
inicial en su vecindad inmediata (circunvoluciones, cápsula interna, ganglios
centrales), pero con el aumento progresivo según la localización llega más ó
menos rápido el efecto de la compresion al hemisferio opuesto en todo o a
determinadas regiones del mismo. Sobre todo es frecuente la compresión
contralateral del pedúnculo cerebral. Condiciones especiales anatómicas hacen
posible que él sea rechazado y aplastado hacia la porción más interna del hueso
petroso y resulta naturalmente, de este hecho, una lesion del haz piramidal
que pasa por el pedúnculo; pudiendo así un tumor del hemisferio izquierdo fuera
de sus síntomas homolaterales, y también contralaterales, producir una
hemiplejía izquierda, entonces en nuestro ejemplo; o en otros casos un tumor izquierdo
aplasta una región cortical
del otro hemisferio contra la pared craneana, y se producen fenómenos
irritativos de esa zona, ataques jacksonianos por ejemplo, del mismo lado de la
lesión inicial cerebral, pero cruzados en cuanto a la zona productora de los
mismos. Todas esas compresiones a distancia que, como hemos mostrado, a veces
complican enormemente el cuadro clínico, nos las revela perfectamente nuestra
técnica.
Fig. 11
Presenta la figura 11 la fotografía de un quiste hidatídico que se había desarrollado en grandes
dimensiones, penetrando al cuerno esfenoidal del hemisferio izquierdo; probablemente
en un principio era un quiste del plexo coroideo-lateral. La compresión de la
vecindad y el edema cerebral alrededor del quiste de cierto tamaño (la hemorragia data
de tres años antes de la muerte) determinan que su región central esté
atrofiada y retraída, con la masa grande de la hemorragia lentículo-capsular
reabsorbida y organizada. En cambio el hemisferio izquierdo está hinchado y la
región por dentro de la ínsula de Reil ocupada por una hemorragia enorme, que
se extiende desde la cabeza del núcleo caudado, destruyendo a lo largo la
cápsula externa y el putamen hasta la región retrolenticular de la cápsula
interna. En la vecindad de la hemorragia, se notan bien los diferentes focos
hemorrágicos pequeños diseminados que suelen acompañar con regularidad a las
grandes hemorragias en el tálamo y la cápsula interna, así como también la
dislocación importante del tálamo y núcleo caudado hacia el lado derecho, hecho
que explica los fenómenos de compresión contralateral que también en ciertos
casos de hemorragias
cerebrales se pueden producir. Los focos diseminados acompañantes, que hemos
mencionado, no carecen tampoco de cierta importancia clínica, explicando su
existencia la mejoría inicial después del ictus – porque naturalmente estos
focos no destruyen la sustancia nerviosa vecina, sino que la comprimen sólo
pasajeramente.
Fig. 12
La hemorragia había llegado a perforar hasta el cuerno frontal del
ventrículo lateral, destrozando el segmento anterior de la cápsula interna y la
cabeza de núcleo caudado con su epéndimo. Produjo así una inundación
ventricular que hubiera alcanzado mayores proporciones de no haber ocurrido
que, a causa del hinchamiento de la región central del hemisferio, se hubiera
producido una compresión del ventrículo lateral, muy visible sobre todo si
comparamos las dimensiones algo excesivas del cuerno anterior ventricular del
otro hemisferio. Clinicamente el enfermo, atacado ya de una hemiplejía
izquierda con contracturas a causa de la hemorragia lenticulo-capsular antigua
derecha, presentó el cuadro apopléctico, coma profundo, parálisis
generalizadas, abolición de todos los reflejos, respiración de Cheine-Stokes,
etc. y el enfermo murió al tercer día del ataque (el caso procede del servicio
del Dr. José
T. Borda, en el Hospicio de las Mercedes).
Otro caso de hemorragia cerebral observado también en el Hospicio,
complicado de modo sumamente interesante por perforaciones múltiples, las que solamente
nuestra técnica permite apreciar con método y seguridad, es el que presenta la
figura 14. Es un corte vértico-transversal del cerebro entero. Tenemos una
hemorragia reciente, grande, en la región lenticulo insular del hemisferio
derecho hinchado, que comprime la cápsula interna, interrumpiendo su continuación
con la corona radiada dorsal y esfenoidal.
Fig. 13
La hemorragia ha perforado en tres diferentes regiones la sustancia
cerebral. Primeramente notamos hacia afuera en la región dorsal de la ínsula de
Reil una interrupción en la continuidad cortical, saliendo por la ruptura
insular la sangre del interior cerebral al espacio subaracnoideo pericerebral;
especialmente la cisura de Silvio se llenó con coágulos sanguíneos. Una segunda
perforación hacia adentro, al ventrículo lateral, se había producido más por delante
de nuestro corte en la región frontal, igual a la descripta en el caso
anterior; y como consecuencia notamos en nuestro corte todo el espacio
ventricular por debajo del cuerpo calloso lleno de coágulos sanguíneos.
Fig. 14
Estos
por los agujeros de Monro penetraron también al tercer ventrículo y al ventrículo
lateral del otro lado. Así es que en el corte notamos la dilatación del ventrículo
izquierdo muy marcada; y tanta era la cantidad de sangre ventricular, que el
techo de los ventrículos, es decir el cuerpo calloso, no resistía más a la
presión. Vemos en nuestro-corte esa comisura interrumpida en la
línea mediana por la tercera perforación, hacia afuera otra vez, estando los
bordes de la ruptura
del cuerpo calloso separados por una masa sanguínea, que saliendo del
ventrículo gana camino hacia arriba, al espacio interhemisférico. Como se ve
por la separación de ambas caras medianas, este espacio también se ha llenado
ya con sangre (En el cliché ha sido tapada esa
hemorragia por un error en la reproducción. Nota de Jakob). Largo camino
entonces ha tomado la sangre del interior cerebral, que el método usado (la
fijación completa en formol, antes de poder cortar, necesitó casi tres semanas)
ha podido revelar con absoluta claridad.
Otra afección sumamente importante para la clínica quirúrgica es el absceso cerebral, sobre todo el de
origen otítico. Esa afección produce no solamente un estado de reblandecimiento
necrótico central en el lóbulo temporal ocupado por el absceso, sino un edema cerebral
en todo el hemisferio, y a veces en todo el cerebro. En tal caso ocurre que la
sustancia blanca central, la cápsula interna etc., forman una verdadera papilla
y únicamente con una formolización prolongada del cerebro entero se consiguen
cortes frescos de esa lesión (figura 15) que presentaba el enfermo, además de
los síntomas temporales (sordera verbal).
Fig 15
El formol ha dominado sobre el reblandecimiento y el corte permite ver
todos los detalles de la localizacion. El absceso ha formado una gran cavidad ovalada en la
substancia blanca subyacente a la tercera y cuarta temporal. Alrededor de la
región necrótica avanza una zona infiltrada con pus y en su región dorsal
notamos además una zona hemorrágíca (en el tejido nervioso reblandecido, debido
al estado congestivo inflamatorio, se producen facilmente pequeñas hemorragias
múltiples). La región silviana, la ínsula de Reil y la cápsula interna están
comprimidas y desviadas; la substancia misma de la cápsula y corona radiada está
sumamente reblandecida, de manera que la hemiparesia derecha se explicaba perfectamente.
También el estudio de las hidrocefalias
internas avanzadas resulta muy beneficiado por la técnica
aconsejada. El que ha hecho una vez una autopsia de un cerebro extendido por una
hidrocefalía ventricular grande y ha visto como después de la abertura del
ventrículo, el cerebro se aplasta del todo, quedando en la mesa en lugar de un
órgano un montón deformado de membranas, reconoce seguramente las ventajas de
nuestra técnica – sobre todo si ve la fotografía 16, que le muestra la
dilatación ventricular enorme de un caso de idiocía hidrocefálica procedente de
nuestro servicio de idiotas en las Mercedes.
Obsérvase la dislocación y reducción considerable del cuerpo calloso,
la disminución de la sustancia blanca de ambos hemisferios, el estiramiento del
trígono y septum lucidum, que a veces llega hasta la reabsorción total;
igualmente alargada vemos la membrana obturatriz del tercer ventrículo, también
dilatado.
Fig 16
En los casos extremos de hidrocefalia congénita es tal la delgadez del
manto cerebral que no se puede sacar el órgano del cráneo sin destruirlo. Aquí
se recomienda, entonces, la formolización del cadáver entero y practicar los
cortes por el cerebro conjuntamente con el cráneo. Así lo muestra la figura 17,
donde dentro del cráneo dilatado (su circunferencia máxima externa llegó a 68
centímetros) vemos dos cavidades enormes, los ventrículos laterales, los cuales
comunican entre sí por una abertura grande a través del septum lucidum. El
cuerpo calloso, las circunvoluciones y surcos de la región dorsal hemisférica y
su substancia blanca subyacente, el centro oval de Vieussens; la diferencia
entre sustancia gris y blanca, todo – se ha borrado completamente y tenemos la
masa cerebral reducida a una membrana de pocos milímetros, en la que solamente
por el microscopio se puede reconocer restos de células y fibras nerviosas.
Los cuernos esfenoidales del ventrículo lateral presentan dimensiones
extraordinarias; igualmente el tercer ventrículo, con la comisura anterior
alargada y los agujeros de Monro que muestran su dimensión quintuplicada
(debemos el caso presentado a la amabilidad de los señores médicos de La Casa Cuna).
Para mantener ese techo rudimentario de los ventrículos en su posición,
conviene después de haber practicado el primer corte, llenar los ventrículos
con algodón mojado con la solución de formol, y esperar varios días más para el
endurecimiento completo. Para la fotografía puede recurrirse también al
procedimiento de hacerla con la pieza bajo el agua, donde se conserva muy bien
la configuración de las cavidades.
Fig. 17
El mismo método de cortes practicados por el cráneo y el cerebro
enfermo juntamente, una verdadera anatomía patológica topográfica, presenta la
figura 18, en la cual vemos la posición natural de un tumor de la base cerebral
(un colesteatoma, que proviene del servicio del Dr. Amable Jones, en el Hospicio de las Mercedes). El tumor ubicado
encima de la silla
turca comprime la región
peduncular de ambos
hemisferios, rechaza
las formaciones de
la base como el quiasma y el tuber cinereum hacia arriba y comprime el nervio
oculomotor común y el óptico de ambos lados. Los síntomas focales (diplejía
espasmódica, amaurosis y oftalmoplejia) se explican satisfactoriamente. El
estado demencial del enfermo, muy evidente, estaba en relación con la presión
intracraneana aumentada y, además, con la hidrocefalia interna marcada, que nos
muestra el corte. Esta se había desarrollado a consecuencia de la compresión
total de ambos agujeros de Monro, que desde abajo había producido el tumor,
separando así los ventrículos laterales de su defluvio natural hacia el
acueducto de Silvio.
Fig. 18
Podríamos haber aumentado en mucho todavía la serie de lesiones que
con ventajas se estudian si se siguen los procedimientos de la técnica moderna,
que los grandes maestros en neurología poco a poco han perfeccionado. Pero lo
fundamental aquí no es el «leer y escribir» sobre técnica, sino el «ver y
hacer» y convencerse por sus propios ojos y manos, en bien de la clínica, de la
anatomía patológica y de su enseñanza.
Virchow, Die Sektionstechnik etc. 1884.
Meynert, Vierteljahrschr. f.
Psych. 1867.
Pitres, Recherch. s. lesions, etc. These de París 1877.
Nothnagel, top. Diagnostik d. Gk. 1879.
van Gieson, Med. Jolirnal. 1889.
Siemerling, Hirnsectio. Allg. Zeitschr. f. Psychiatr. t. 50.
Weigert, Ergebn. d. Anat. r. Entro. 1893.
Nauwerk, Sectionstechnik. 1891.
Déjérine, Anatomie d. c. n. 1895.
v. Walsem, Virch. Arch. t. 163.
Bramwell Byron, Brain, t. X.
v. Monakow, Gehirnpathologie, 1905
Hospicio de las Mercedes. Febrero 1909.
Copyright © 2006 Electroneurobiología. Hospital
Neuropsiquiátrico "Dr. José T. Borda" (ex Hospicio de las Mercedes), febrero
2006. Esta investigación original constituye un artículo de acceso público; su
copia exacta y redistribución por cualquier medio están permitidas bajo la condición
de conservar esta noticia y la referencia completa a su publicación incluyendo
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field strengths inside different neuronal compartments) (LONG FILE IN ENGLISH with
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Signal analysis to exploit the information of steady-state recordings: Do’s and don’ts in Fourier analysis of steady-state potentials
(Assumptions in the discrete Fourier transform (DFT) not necessarily fulfilled in real-world applications) (English)
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(English and
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