Gobierno
de la ciudad de Buenos Aires
Hospital Neuropsiquiátrico
"Dr. José Tiburcio Borda"
Laboratorio de Investigaciones Electroneurobiológicas
y
Revista
Electroneurobiología
ISSN: 0328-0446
Historia y
recepción
del
redescubrimiento (1985)
de la
proeza médica de Alberto Alberti (1883),
luego Primario del Hospital Italiano de Buenos
Aires
por
Norberto César Contreras y Mario Crocco
Contacto / correspondence:
Postmaster[-at]neurobiol.cyt.edu.ar
Electroneurobiología 2005; 13
(1), pp. 3-12; URL <http://electroneubio.secyt.gov.ar/index2.htm>
Copyright ©2006 Electroneurobiología. El presente es un
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SUMMARY: A memorative piece,
wherein the persons who brought to light (1985) Alberto Alberti's biomedical
feat (1883) recount the rediscovery's history and reception.
SUMARIO: La historia y recepción del
redescubrimiento (1985) de la proeza biomédica de Alberto Alberti (1883) es relatada
por sus autores en la presente reseña historiográfica.
_________
1. Introducción
Oculta ciento dos años (1883-1985), la proeza
neurocientífica de Alberto Alberti (1883), luego médico Primario del porteño Hospital
Italiano, es hoy bien conocida (por ejemplo, refs. 1, 2, 3, 4 y 5). Resumámosla otra vez, a guisa de introducción:
hace siglo y cuarto la cirugía cerebral casi no existía. Su obra la permitió.
Lo silenciaron y la ocultaron por ciento dos años, mientras adelantos independientes
en Estados Unidos y Europa desde 1909, año en que Harvey Cushing logró el
primer nuevo mapa si bien restringido a la corteza somatosensoria (Ref. 6),
permitieron rehacer sus conocimientos y establecer sobre firme base científica
esa especialidad médica.
Por cierto la cirugía endocefálica se había originado en
trepanaciones craneales prehistóricas (Ref.
7), pero el mayor obstáculo para perfeccionarla había subsistido todos aquellos
milenios: ¿dónde trepanar? No se sabía donde perforar el cráneo para acceder a
la porción cerebral enferma, masa ocupante o foco irritativo. A menudo los pacientes
– niños y adultos – fallecían por exceso de trepanaciones realizadas por puntos
equivocados: sin imágenes internas, sólo los síntomas sensorio-motrices podían
brindar alguna pista. Pero no se conocían las localizaciones cerebrales de los
focos que creaban esos síntomas: tras el óbito, sólo en una minoría de casos se
hallaban localizaciones – falseadas no pocas veces por los vericuetos anatómicos
del curso de las vías blancas. En concreto, el abordaje endocefálico era impracticable.
Mientras tanto, las disputas ideológicas repiqueteaban
conocidos contrapuntos. Algunos querían tocar el alma, para oponerse al aprovechamiento
político de la fe en su inmaterialidad; otros, por las dudas, querían prohibir
el intento. Las estrategías no eran novedosas; por ejemplo, habían sido empleadas
por ambas partes, veinticinco centurias atrás, cuando en la India los Çarvakas
pretendieron oponerse similarmente a la fe en la infalibilidad de los Vedas.
Pero en la Modernidad disponíase de electricidad más facilmente. También se
había reflotado la creencia (Ref. 8, 9, 10) en el pneuma de los estoicos y de Galeno,
etéreo flúido fungible (es decir, del cual lo mismo da considerar cierta
porción o cualquier otra) que haría lo que hoy llamamos el núcleo existencial
del ser humano. Con tal núcleo, cada persona no sería ya irrepetible más que
por su estructura biográfica, agotando su singularidad en el diseño – tal como
con gran rareza se repiten los cristales de nieve, nada más. ¿Cómo los
"ideólogos" no iban a insistir en tratar de contactar tal
"ánima" por medio de otro "flúido", el eléctrico? Sobre
todo ya que el mismo estaba de moda, junto a mesmerismos y magnetizaciones. El
invento de la pila por Volta permitió a su sobrino Aldini electrificar cabezas
de animales recién decapitados, moda circense de obtener muecas que a comienzos
del siglo XIX se extendió rauda. Es sabido como Mary Shelley confiaba en sus
posibilidades al escribir Frankestein.
Pero electrificar cerebros vivos no era nada fácil por entonces. Baterías y
generadores a manivela brindaban corrientes de por sí inestables, cuya fluctuación
agravaba el azar de los contactos. Recién en 1870 Fritsch e Hitzig (Ref. 11)
lograron obtener síntomas motrices electroestimulando el cerebro de un perro.
Inmediatamente se advirtió que esta técnica podría permitir gigantescos
desarrollos de la neurocirugía, hasta entonces refrenados. Pero hasta el trabajo de Alberti (Ref. 12) (y allende, hasta
1909) nadie logró "mapear" ninguna región cerebral significativa de
un paciente; mucho menos, comparar la convexidad entera.
En 1874 Bartholow de Cincinatti apresuró el éxito de una
adolescente de trece años (thirteen,
no thirty como traduce un comentarista)
débil mental, tras pedirle su consentimiento para faradizarla a través de una
osteólisis estrecha pero de dos pulgadas de largo que descubría la duramadre
parietal, colocándole corriente en el cerebro durante escasos segundos. Luego
brindó "patéticas excusas en el Congreso de Londres de 1880, donde
asistieron seis argentinos capitaneados por el Dr. Guillermo Rawson". Así
en nuestro país, como en todo el mundo académico internacional, "se
compartió la condenación expresada por el mismo Bartholow, compungídisimo con
su prioridad, y por el Congreso de Londres, prohibitiva de experimentos tan
políticos como deletéreos, a los que ahora exigía considerar 'una acción altamente
criminal'" (Ref. 4). Menos de
dos años después, en Nápoles, Edoardo Sciamanna electrizó con idéntica
fatalidad el cerebro de su paciente Ferdinando Rinalducci (Ref. 13), conectándolo
igual que Bartholow sólo escasísimos segundos – con buenos contactos y unos
cien voltios. Pero para desarrollar la neurocirugía era ineludible perforar el
cráneo: reimplantar el uso del trépano.
Un inmigrante polaco, Richard Sudnik, expulsado herido de
Polonia por estudiante revolucionario y recibido de médico en Paris donde,
también, fue uno de los fundadores de la Sociedad Internacional de
Electricidad, no logró inicialmente revalidar su título en Buenos Aires y en
1879 aceptó acompañar al general Roca en su Expedición al "Desierto".
De lucida actuación clínica en el entonces fortín
de la bahía Blanca, llevaba Sudnik dos generadores de electricidad.
Experimentando en liebres patagónicas pudo establecer qué potencia podía emplearse
sin daño en el cerebro vivo. Esta información se hallaba en 1883 en poder del
inmigrante trentino Alberto Alberti, quien atendía en San Nicolás a una paciente
criolla. Estaba afectada por una osteítis luética, que le venía desintegrando
progresivamente la calota craneal. Alberti logró mantenerla viva y desde el 15
de septiembre de 1883 y hasta bien entrado 1884, tal vez hasta junio,
arriesgando sanciones e incidentalmente hasta la pérdida de su compromiso
matrimonial, construyó un mapa de numerosas localizaciones cerebrales de
funciones motrices y sensitivas. Un influyente – un estudiante nicoleño de
veintidós años que vino en visita navideña al regresar de Buenos Aires para sus
vacaciones, cuya familia gozaba de la privanza de la dueña del Hospital y que
nunca trabajó en este, pero al que Alberti permitió por una vez sostener el
electrodo para instruirse – lo plagió, se doctoró con su trabajo, silenció a
Alberti por diversos medios y, así, tornó los resultados materia nefanda: di questo non ci parla.
2. Historiografía del redescubrimiento (1985)
Inesperadamente la historia salió a luz; ofrecése ocasión
de rememorarlo al haberse cumplido en 2005 los veinte años del hecho. Pero con
excepción de la brevísima mención final en uno de los artículos de 1986, aún no
se ha historiado tal redescubrimiento. Ya que repetidas veces nos han formulado
consultas sobre sus circunstancias, estas habrán de constituir la materia del
presente artículo rememoratorio: ¿cómo se recuperó la información escondida? ¿A
quién y por vía de qué esfuerzos debemos el redescubrimiento de los hechos?
¿Cuál fue el rol que cada uno de los protagonistas desempeñó en el recobro?
2.1. Las circunstancias de origen: Dr. Luis
Florián y Prof. Dr. Diego Luis Outes.
Con el otoño de 1985 un nuevo estudiante de medicina se entusiasmó por la
tradición neurobiológica argentina. Su entusiasmo lo llevó a acudir asiduamente
al laboratorio del Centro de Investigaciones Neurobiológicas, hoy monumento
histórico nacional a los fondos del Hospital Borda. Iba tal vez con demasiada
asiduidad para el trabajo del investigador principal y jefe del laboratorio de
anatomía patológica del Borda también allí ubicado, profesor Dr. Diego Luis
Outes. Agradaba a Outes la matutina presencia casi cotidiana, preguntas y buena
voluntad del joven Luis Florián – aunque a veces no contribuían a que el
profesor Outes avanzara en sus tareas. Estas, en su sector de investigaciones
históricas, exigían por entonces su concentración en una compleja cuestión
atingente a la concepción de las relaciones mente-cerebro en la antigüedad,
cuestión cuyo desarrollo abarcó desde la Península Ibérica hasta Medio Oriente
y es conocida como la de las "fuentes de Calcidio" (refs. 14, 15).
Por ello una mañana de mayo, en respuesta a los intereses del estudiante, le
encomendó que mejor acudiera a la biblioteca de la Facultad, ya por entonces consultada
con menos habitualidad que otrora; y se fijara "qué podía encontrar acerca
de localizaciones cerebrales" (Outes,
com. pers.). Florián se equivocó, relataría más tarde el Prof. Outes, y en vez
de acudir al piso de biblioteca para estudiantes fue al piso en que por entonces
sólo se hallaban obras antiguas y poco consultadas. Aunque bajo dicho acápite
temático había otras cruciales menciones bibliográficas, el estudiante revisó incompletamente
las aromadas fichas de dura cartulina malva-azulado ya ordenadas temáticamente
hacia 1940 por algún capaz bibliotecario (la mayoría dependen de una sola
caligrafía), sin cotejar otras rojizas faltas de ese orden; así, obtuvo sólo
los datos de la tesis con que se doctoró el plagiario; tomó nota y regresó a informar
al Prof. Outes. Este por la fecha – 1885 – reconoció de inmediato que la
electroestimulación allí aludida debía ser la tercera en el mundo, sólo tras la
de Bartholow (1874) y la de Sciammanna (1882). Por ello, aunque la cuestión le
distrajera de la temática en curso en el sector histórico de sus
investigaciones, decidió producir y publicar una sucinta comunicación al respecto.
Produjo así el Prof. Outes en junio de 1985 una breve
comunicación cuya autoría, con habitual bonhomía y generosidad hacia quienes se
acercaban al laboratorio, atribuyó también al estudiante Florián. En tanto,
especialmente en horas de almuerzo, por supuesto Outes comentaba también la novedad
con otros investigadores, incluso aquellos que por realizar sus actividades en
otro sector u horario tenían poco contacto directo con el estudiante. A uno de
ellos y aquí coautor, el Prof. Mario Crocco, como era también habitual le pidió
además editar o elaborar adicionalmente el texto de la comunicación que
presentaría unos meses después en un congreso de historia de la medicina en Tucumán.
A tal fin transmitió los escuetos borradores, una foja mecanografiada en sus
dos carillas, al Prof. Crocco. Este, debido a una prolongada situación personal
de mucha gravedad (pocos años antes lo habían desposeído delictivamente de un
valioso inmueble donde tenía su hogar y generaba los ingresos para sostenerlo, Ref.
16) trabajaba especialmente en horas nocturnas y vespertinas y en feriados, por
lo que había podido mantener escasa relación con el estudiante Florián.
Al realizar la tarea pedida y tomar noticia del
manuscrito, Crocco advirtió que lo que se quería comunicar en realidad no podía
menos que ser ya muy bien sabido. En efecto, era una tesis de un siglo cursoriamente
mencionada en todas las principales revisiones de la neurocirugía argentina debido a que el doctorando posteriormente
fue un conocido neurocirujano. Pese a lo cual el mismo Outes había creído adecuado
redactar la comunicación para agregar solamente que el trabajo de juventud con
que luego se había doctorado aquel neurocirujano (autoatribuído al tiempo en
que era estudiante del ciclo básico, tercer año) era la tercera
electroestimulación cerebral en el mundo. La materia es, ostensiblemente, más
neurológica o neurobiológica que neuroquirúrgica. Sin embargo, fueron sólo los
historiadores de la neurocirugía argentina quienes mencionaron el trabajo – y,
tal vez comprensiblemente, no ahondaron en él. ¿Por qué los fisiólogos
callaron? Los neurocirujanos lo consignaron como quien por completitud anota
que un integrante del grupo profesional historiado (neurocirugía) contribuyó en
su juventud a otra especialidad clínica (neurología) o biomédica
(neurobiología) no demasiado lejana, donde no tuvo trascendencia aquel aporte
juvenil. Este, según los datos hasta allí disponibles, había consistido nada
menos que en la tercera electroestimulación de un cerebro humano en el mundo,
realizada por motivos no terapéuticos por un estudiante de veintidós años pese
a las profundas controversias ideológicas, la muerte de los dos casos
anteriores y la criminalización profesional de actos similares. Conocíase bien
la egolatría del doctorando, motivo de publicaciones críticas (Ref. 3) ya en el
siglo XIX, pero pese a tal egolatría no había querido conectar el episodio con
su propia carrera de neurocirugía; lo hacían al pasar quienes historiaban esta
disciplina. Este era el panorama del que disponía Crocco al terminar de editar
el manuscrito de Outes: panorama inconvincente e intrigante.
2.2. El aporte crucial de la Prof. Alicia Ávila. Para examinar mejor el asunto,
pocos días después, una ventosa y a ratos muy soleada tarde a comienzos de
julio de 1985, Crocco se reunió en el Museo del laboratorio con la Prof. Alicia
Ávila. Esta requirió el borrador original, tomó conocimiento detallado de las
circunstancias hasta entonces conocidas, acordó que la historia no era en sí
plausible sino al parecer incompleta y en ese momento abrió el viento las
nubes, dejando pasar el sol por dos grandes ventanales. Detrás de su ángulo, a
no más de ciento ochenta metros, lucía a plena luz el sitio donde había
trabajado como neurocirujano el doctorando, que hasta el momento aún no había
sido identificado como plagiario. Atraída por la luminosidad, la Prof. Ávila se
levantó de su asiento y lo contempló largamente. Luego volvió a darse vuelta y
formuló el comentario aludido en la Ref. 3 in
fine. Se expresó lapidariamente: "[El Prof.] Jakob [1866-1956] no era
neurocirujano, ni lo eran tampoco [el Prof.] Mariano Alurralde [1873-1944]
doble discípulo de Sudnik y de Jakob, ni [el Prof.] Frank Soler, discípulo de
[H. G.] Piñero y maestro de Jorge [el Prof. Jorge Fernández Amallo, del mismo
hospital]. Y el doctorando luego de recibirse trabajaba ahí [señalando por el
ventanal], a tiro de piedra. Y esa pared [que divide los hospitales] no
existía. Sudnik, Jakob, Alurralde, Soler o Houssay, el círculo de electrofisiólogos
y neurobiólogos, tenían que haberlo mencionado con satisfacción y orgullo. Jakob hasta lo hubiera
probablemente hecho saber en Alemania. Ellos no eran neurocirujanos sino
neurólogos dedicados al área del aporte; no hay excusa: si jamás lo mencionaron,
deben haber tenido algún motivo de lo más poderoso."
Este fue el comentario que desencadenó la investigación historiográfica que describiremos. Las condiciones eran
sumamente desfavorables para llevarla a cabo, ya que numerosas y graves
urgencias conspiraban poderosamente en contrario. El estudiante colaborador del
Prof. Outes distanció sus visitas ante las exigencias de sus estudios y nunca volvió a colaborar en esta
investigación.
2.3. Rol de los presentes autores en el redescubrimiento
y comunicación: (a) Prof. Dr. Crocco. Crocco cotejó toda la información
publicada disponible en Buenos Aires, localizó la monografía de Alberto Alberti
y, sobre una figura de ella, el acápite olvidado de los plomos originalmente
destinados a imprimirla para el Círculo Médico (impresión luego substituída por
la de la tesis del plagiario), descubrió y relacionó el rol de Ricardo Sudnik
en el caso y brindó una primera comunicación académica incorporada a un documento
universitario (Ref. 17) de noviembre de 1985. Pero a medida que su trabajo
progresaba en los archivos locales, estimó necesario investigar datos del Prof.
Sudnik en los archivos franceses y polacos, los orígenes del Dr. Alberti en
Italia y su biografía tras inmigrar, tras volver a Génova y tras regresar aquí
desempeñándose en el Hospital Italiano; buscar la historia clínica de la
paciente electroestimulada y demás datos de las circunstancias en el entonces
aún no re-edificado piso superior del Asilo San Felipe de San Nicolás, sitio
donde el Dr. Alberti realizó las electroestimulaciones y en una oportunidad
dejó al estudiante de tercer año, de visita en el hospital, que colocara los
electrodos a la enferma; buscar, localizar y entrevistar a los descendientes
aún supérstites de los protagonistas; obtener y colectar la iconografía
original, redibujando las fotografías demasiado deterioradas (así fue como
Crocco produjo los retratos luego publicados en Italia, Ref. 5). A más de la
exigente dedicación horaria, muy dificultada por la inmodificada situación
personal del Prof. Crocco, y del análisis documentario erudito, esa ingente
tarea iba a requerir una significativa inversión de dinero – que en la
situación descripta Crocco no iba a poder aportar.
2.3. (b) Rol del Prof. Dr. Norberto César
Contreras. Intervino aquí el otro presente coautor, neurocirujano,
por entonces docente autorizado de la Cátedra de Neurocirugía de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires y empresario del área de diagnósticos
por imagen (actualmente es Presidente del directorio de una establecida empresa
de neuroimágenes), cuyo aporte económico posibilitó al Prof. Crocco, pese a su
situación, llevar adelante todas estas tareas durante los siguientes tres años.
Cabe consignar la naturaleza dineraria de ese aporte, que en sí no revistió
características académicas ya que tanto los hallazgos historiográficos cuanto
la procuración y el análisis documentario fueron realizados únicamente por el segundo,
pero implicó que el primero en su carácter de originante firmara también las
comunicaciones de los resultados publicados durante este periodo. Fue Contreras
quien interesó al director de la Semana Médica, Prof. Dr. Guillermo R.
Jáuregui, en publicar la serie de artículos que Crocco pudo finalmente escribir
entre noviembre y diciembre de 1985, con los que se quebraron los ciento dos
años de silencio; y también quien interesó a su amigo el Prof. Dr. Pierre Pichot
de la Sorbona – Hôpital Sainte-Anne, que nos visitaba y luego divulgaría
los hechos en Francia. (Así surgió también la entrevista que un periodista
amigo de Crocco, Enrique Monzón, realizó a Pichot; Ref.
18). Asimismo fue Contreras quien dos años y medio más tarde, en 1988, comunicó
telefónicamente al médico nicoleño Daniel Barcia los hechos, originando una
primera nota en el periódico "El Norte" de San Nicolás. Esta atrajo
otras cuatro: dos del mismo Crocco, para entonces ya muy avanzado en los
detalles de su tarea de investigación y reconstrucción historiográfica, y dos
más del director del Museo nicoleño, Guido Santiago Chervo. Junto a la última (Ref. 19)
se publicó la invitación para
el acto público de homenaje al Dr. Alberto
Alberti, organizado por la Dirección Municipal de Cultura, el Museo y Archivo
Histórico Municipal y la Dirección del ahora Hospital San Felipe, a cargo
entonces del Dr. Ismael Passaglia. Disertante en el acto fue el Prof. Dr. Crocco, a quien acompañó la Prof.
Ávila. Otro nicoleño, impedido de asistir, remitióles calurosa congratulación:
era el ministro provincial de Salud, Dr. Ginés González García.
2.4. Rol del Circolo Trentino. La investigación y el homenaje
público en San Nicolás trajeron el aporte del Sr. Enrico Balestra, directivo
del Circolo Trentino local, que realizó los enlaces para procurar entre 1988 y
1989 los materiales históricos provenientes de Italia. Antonio Berciani, amigo
de la Prof. Ávila y antiguo Vicedirector Nacional de Cinematografía,
concibió realizar con fondos oficiales la coproducción de un largo metraje con
productores de Italia (por el Dr. Alberti) y Polonia (por el Prof. Sudnik),
relatando el dramático balance motivacional en la proeza del Dr. Alberti. Los
fallecimientos del hijo del Dr. Crocco (1988), así como de la Prof. Ávila
(1995) tras algunos años de enfermedad, frustraron ese proyecto.
Referencias
1.
Crocco, Mario, y Contreras, Norberto (1986),
"Oscuridades, enigmas, y el aporte fundamental de Ricardo Sudnik (1880/4)
en el origen de la neurobiología argentina," La Semana Médica 168, # 5376 (Marzo 12, 1986).
2.
Ibidem, "El contexto histórico y los descubrimientos
de Alberto Alberti en las localizaciones cerebrales," La Semana Médica 168, # 5378 (Abril 5, 1986), 217-230.
3.
Ibidem, "Andrés Francisco Llobet y Christofredo
Jakob en la primigenia neurobiología argentina," La Semana Médica 168, # 5380 (May 5, 1986).
4.
Las entregas de la serie precedente fueron resumidas en
una ponencia del primero de sus autores como "Alberto Alberti: 1883, el primer
mapeo con electricidad en todo el mundo – durante ocho meses! – de un cerebro
humano consciente, realizado en San Nicolás, Provincia de Buenos Aires,"
Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, Congreso 1994: "La
Modernidad" (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, impresión pendiente) y
Electroneurobiología 1, 73-82,
septiembre 1994. Asequible en la Red, http://electroneubio.secyt.gov.ar/general.htm
5.
Petrolli, Giovanni (1989), "Da Aldeno all'Argentina,
uno scienziato dimenticato, Alberto Alberti: Intuí e studió la complessitá del
cervello," Il Trentino [Trento, Italia] XXVI # 145 (Marzo 1989), 44-49.
6.
Fulton, John
F. Harvey Cushing, a Biography, Charles
C. Thomas, Springfield,
1946.
7.
Cf. p.e.
Lichtenhaeler, C., Geschichte der medizin,
Köln-Lövenich, Deütsche Ärtze Verlag, 1973.
8.
Grmek. M.D et al.,
Storia del pensiero medico occidentale,
Vol. I: Antichità e medioevo,
Laterza, Bari, 1993.
9.
Larchet, Jean-Claude, Thérapeutique des Maladies Spirituelles, Editions du Cerf, Paris,
2000.
10.
Issa Bey A., Tarikh
al-bimaristanat fi al-Islam, 2nd ed., Dar al-Raïd al-‘Arabi, Beirut,
1981. También: Samiraï (al), K., Moukhtassar
tarikh al-tibb al-‘arabi, 2 vol, Dar al-Nidal, Beirut, 1990.
11. Gustav
Fritsch y Eduard Hitzig, "Ueber die elektrische Erregbarkeit des
Grosshirns." Arckiv für (Anatomie und) Physiologie, p. 300, 1870.
12.
Luciani, Luigi y Seppilli, G (1885), Le localizzazioni funzionali del cervello. Monografia premiata dal
R. Istituto Lombardo di scienze e lettere, Napoli, 363 pp.; nueva edición (al
cuidado de C. Morabito), Giunti Eds., Florencia, 2001.
13.
Sciamanna, Edoardo, Fenomeni prodotti dall' applicazione
della corrente elettrica sulla dura madre e modificazione del polso cerebrale.
Atti d. r. Accademia dei Lincei, Cl. di fis. matem. e nat 13, 2542, 1882.
14.
Resumida en Outes, Diego L., Orlando, Jacinto C. y
Crocco, Mario, « Las fuentes de Calcidio (siglo IV dC): ¿cómo se
recopiló la neuropsicología de Alcmeón de Crotona ocho siglos después de su
muerte? » Investigación # 6773 (1981-1984), Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en: “Guía de Investigaciones en
curso en la Universidad de Buenos Aires vol. II”, 1984: Instituto
Bibliotecológico de la Universidad de Buenos Aires.
15. Lewy
A. y Landesberg, R., Über die Bedeutung
des Antyllus, Philagrius, und Posidonius, Janus 2 (1847), 758-771; y 3
(1848), 166-184.
16.
Rep. Argentina - Hº Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de la Capital Federal, in re
Rega Molina. Marciana Lydia c/López de Crocco, I. C. s/Rescisión (1980)
17.
Crocco, M., Parte 1, "Introducción histórica"
en la monografía concursal "La memoria es parte de la imaginación porque
el pasado no existe: estudio sobre la producción del curso temporal de la
memoria ('consolidación', amnesia y 'facilitación retrógrada') en la remanencia
funcional neurodinámica del frente citohistoquímico de registro" para el
concurso académico, Cátedra de Biología del Comportamiento, Carrera de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires, noviembre de 1985.
18.
Periódico "Clarín" (Buenos Aires), domingo 8 de
septiembre de 1985, páginas 34 y 35.
19. Periódico
"El Norte" (San Nicolás), viernes 6 de mayo de 1988, página 13.
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(Assumptions in the discrete Fourier transform (DFT) not necessarily fulfilled in real-world applications) (English)
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Spanish)
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