Gobierno de la ciudad de Buenos Aires
Hospital Neuropsiquiátrico
"Dr. José Tiburcio Borda"
Laboratorio de Investigaciones Electroneurobiológicas
y
Revista
Electroneurobiología
ISSN: ONLINE 1850-1826 - PRINT 0328-0446
La enseñanza de la psicología
por
Francisco de
Veyga
Contacto / correspondence: vixit (1866-1948)
precedido de una Noticia
preliminar por Mario
Crocco
Electroneurobiología 1995; 3
(1), pp. 1-17; URL http://electroneubio.secyt.gov.ar/index2.htm
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© diciembre 1995 Electroneurobiología. Este trabajo es un
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Noticia preliminar: Esta añeja Comunicación
sorprenderá sin duda al lector por la vigencia que conserva. Pese a su brevedad
y a provenir de una pluma de señalado prejuicio al tocar otros asuntos, ofrece
rico temario a la reflexión.
Fundada en noviembre de 1908, la Sociedad
de Psicología de Buenos Aires fue establecida fundamentalmente por
Francisco de Veyga, Director del Servicio de Alienados de la Policía Federal
Argentina y catedrático de Medicina Legal en la Facultad de Ciencias Médicas, y
por Horacio G. Piñero, titular del primer curso de Psicología en la Facultad de
Filosofía y Letras. La admisión a la Sociedad no se concebía como una concesión
legitimante por sí misma, sino como el reconocimiento que efectuara la Sociedad
de las contribuciones legitimantes previas aportadas al campo temático por un
aspirante. En la práctica la decisión no fue de consecuencias, porque a
diferencia de la etapa previa en que expertos "empíricos" como
Ameghino habían podido ser reconocidos estatalmente a posteriori de sus logros, todos los miembros de la Sociedad de Psicología ya habían
sido habilitados académicamente por el Estado – aunque en otras disciplinas. Las reuniones periódicas comenzaron en
febrero de 1909 y la primer sesión formal dos meses después. La Sociedad
nucleaba intercambios científicos y programáticos
de investigadores en criminología, biología, psicología normal y patológica, psicopatología
legal, pedagogía y sociología, en cuatro secciones: Psicología Normal, Anormal,
Pedagógica y Social.
La Comunicación que aquí publicamos expone
el rol de los psicólogos en el ejercicio de su tarea y de la formación
discipular, esta planteada como objetivo esencial de la Sociedad. La misma
enfrentaba – no muy diferentemente de lo que enfrentamos hoy – un campo
académico constituído con notorias falencias, que el autor señala y habían
generado una "anarquía de
opiniones" sobre la enseñanza de la psicología. Superar dicha anarquía
era entendido por Francisco de Veyga como cuestión docente, ante todo de nivel
superior, en sus vertientes pedagógica y didáctica; entendía que la
reformulación era practicable en ese ámbito y generaría la construcción de la
psicología como disciplina autónoma sobre las bases programáticas encaradas.
Estas articulaban, como cimiento, el
conocimiento transdisciplinar de las ciencias naturales; sobre él, ponían la
historia de las cuestiones investigadas en psicología, contrastadas en aquel
marco; venía luego el dominio teórico y práctico del método experimental y,
finalmente, la devolución de resultados: a las demás ciencias para contribuir
también a su progreso y a la filosofía aplicando la investigación en psicología
a la elucidación de cuestiones metafísicas. Es precisamente esta expectativa
una de las que más se prestan a la reflexión del lector actual de esta
Comunicación y así brinda a esta un interés que trasciende lo histórico.
La Comunicación revela que de Veyga
– cosa nada infrecuente en los anticlericales rioplatenses
de su época – conocía mal la
psicología medieval tanto de Occidente como de los territorios del Hesicasmo (Ortodoxia)
y que en consecuencia juzgó adecuado repetir, en passant, la famosa leyenda negra de la "edad oscura",
fábula tan incorrecta como útil para el proyecto
de substitución política en que se embarcaba el cientificismo positivista.
Pero en muchos otros puntos de su ponencia de Veyga se
muestra de grandísima actualidad y hasta premonitorio. Uno de estos puntos es
la mencionada devolución de resultados, desde la investigación del psiquismo
hacia la antropología filosófica y hacia las luego denominadas ciencias duras. Es
interesante considerarlo desde una perspectiva actual. La investigación del psiquismo
hace tiempo que se ha tornado de relevancia para la física, revelando en una
naturaleza con psiquismos la existencia de realidades que permiten implementar
a estos psiquismos en la evolución biológica; de realidades que requieren ampliar
las matemáticas (teoría geométrica de la medida); de realidades que permiten esperar
con fundamento bases el futuro desarrollo de una tecnología "del
vacío". Se trata precisamente de la articulación fáctica donde hoy la
electroneurobiología es la disciplina más estrechamente incumbente.
En el planteo que enseguida se leerá, de
Veyga reconocía pues cuatro grandes áreas externas a la psicología donde la
labor de los miembros de la flamante Sociedad podía, a su juicio, ser transformativa:
clínica psiquiátrica, educación, criminología y adquisición crítica de
conocimientos sobre el puesto de los seres humanos en el cosmos. El ejercicio
de sus actividades en estas áreas se entendía como localizado ante todo en el
nivel estatal o espacio público, sin mencionarse la posibilidad de enmarcar
ocasionalmente su desempeño en el vínculo privado. Tampoco se planteaba
habilitarse restrictivamente para algún ejercicio profesional específico sino
contribuir, desde la unidad temática del objeto de la psicología, al desarrollo
de aquella variedad de campos externos de importancia teórica y práctica. Dicha
unidad temática recortaba el objeto de la psicología en los términos en que los
miembros de la Sociedad podían concebirlo y así legitimarlo con el reconocimiento
social de la misma; pero no recortaba ni la profesión ni su ejercicio, tanto
por concebirlos como insertos en otras disciplinas ya profesionalizadas cuanto
por la aguda conciencia de los problemas que los miembros estimaban irresueltos
en psicología.
La casi totalidad de nosotros hacemos
psicología por razones de orden docente. Por lo menos, una gran parte de
nosotros somos profesores de psicología o de materias estrechamente afines.
Esta ciencia constituye, pues, nuestra principal preocupación y la razón de
ser de nuestros esfuerzos en pro de su adelanto, no encontrando aventurado
declarar que a esa tendencia primordial ha obedecido casi por entero la
constitución de este centro que hoy inauguramos.
Fija la atención sobre este objetivo, he
creído que, para responder al insigne honor que la Sociedad me ha discernido
encargándome de presidir la primera reunión científica que lleva a cabo, debía
abordar ante ella un tema que es la discusión de su propio programa, afrontando
con la debida valentía las responsabilidades que semejante empresa me impone.
La enseñanza de la psicología es un problema
gravísimo, complicado y, sobre todo, ingrato para la discusión. Pero es un
problema trascendental, tan trascendental como cualquiera de los grandes problemas
que constituyen su obra investigadora; y de vital interés para las ciencias que
esperan de ella la fórmula, teórica o práctica, que ha de servir de norma para
el empleo y utilización de sus fuerzas en las diversas esferas de su aplicación.
¿No es, en efecto, la psicología la ciencia que ha prometido dictar las reglas
definitivas de la lógica, la que se abroga el derecho de organizar la
metodología, la que se declara único juez competente en materia de
epistemología, la que, en fin, venciendo prejuicios y tradiciones seculares se
erige en maestro y dueño absoluto de la pedagogía?
Cómo enseña sus propios principios la
psicología, cómo ha organizado su sistema de trabajo y cómo llena su obra de
difusión científica en el mundo, es cuestión que interesa a todas las ciencias
por igual, pero que afecta seriamente y por encima de todo a aquellas disciplinas,
como las ya mencionadas, cuya vida está supeditada a la suya.
El asunto es, pues, de colosal
importancia. Pero es ingrato. Es ingrato, sobre todo, porque para tratarlo es
preciso confesar un estado de cosas que ha tiempo
debió haber desaparecido y a cuya persistencia debemos exclusivamente esta
infecundidad manifiesta con que se ofrece ante el concierto de las ciencias,
tanto físicas como humanas, una materia que brilla – sin embargo – por su
actividad febril, por el entusiasmo y la fe que anima a sus cultores y la
prodigiosa extensión que ha dado a sus horizontes.
Pero grave, complicado e ingrato como es,
no me parece sin embargo insoluble. Y es confiado en esta idea que me he
decidido a tentar la peligrosa aventura en la forma abierta que lo hago, desafiando
las consecuencias a que puede llevarme la exposición de las pruebas.
De todos modos, cualquiera que sea el
valor que pueda asignarse a mis argumentos, lo que realmente importará para
nuestra Sociedad es que este asunto se haya tratado en su sesión inaugural y
por el miembro designado para usar por primera vez de la palabra. La solución
que se le dé en la práctica a tal iniciativa es cuestión aparte, que no pretendo
en manera alguna subordinar a mis vistas personales.
Permítaseme, ante todo, afirmar que si
existe en psicología un problema docente, pendiente de solución, no es sino por
efecto de este mismo estado de cosas a que acabo de referirme. Y para probar esta
primera aserción, permítaseme también exponer tal estado de cosas.
Pero, antes quisiera recordar, para
asentar mejor mi crítica, cuál es la situación, que por razón de su fin, ocupa
en principio la psicología dentro del concierto general de las ciencias.
Situada a igual distancia de los dos grandes grupos científicos que se disputan
la atención del sabio, las ciencias naturales y las ciencias sociales, la
psicología recibe de ambos grupos, en igual proporción, la influencia de los
progresos y de las especulaciones doctrinarias que se operan en sus campos,
proyectando al mismo tiempo sobre ellos, con la misma intensidad y en la misma
medida, la acción de sus propias tendencias y de sus propias investigaciones.
Quizá la proporción en que este intercambio se efectúa no sea de una exactitud
tan perfecta como parecería deducirse de esta forma de expresarme; pero, lo
que es indudable, es que la psicología mantiene un intercambio activo con todas las ciencias, sin excepción alguna, el que, si no es
igual en intensidad para con todas ellas, tomadas en particular, lo es, sin embargo,
para con el conjunto representado por su masa. De todos modos, la psicología
constituye el nudo que ata y confunde en un solo todo el fondo común de las
ciencias. Así la consideró Platón al fundar la doctrina de la unidad del saber
y así la considera la ciencia moderna cuando, por boca de Haeckel, nos afirma
categóricamente que «podemos considerar la psicología, es decir, el estudio
científico del alma, como el postulado a la vez que el fundamento de todas las
ciencias». La psicología es, sobre todo, el núcleo central de las ciencias sociales,
el punto de concentración de todo el movimiento de ideas – doctrinas,
hipótesis, dogmas, como quiera que se les llame – que se elabora dentro del
agitado campo de la moral, del derecho y de la sociología. Es el alma de la
filosofía, su guía única, su sola inspiradora. La metafísica dejaría de
existir sin ella. Y la religión perdería su atractivo principal, lo que
constituye su razón de ser, su propia vida, que es el análisis, dentro de la fe
sectaria, de los secretos resortes de la psiquis humana. La psicología, en una
palabra, es para el espíritu moderno lo que fue para el antiguo: «la primera y
la más elevada de las ciencias».
Que es una ciencia, o mejor dicho, que es
ciencia, no lo podemos ya ni siquiera poner en duda. Jouffroy solucionó hace
muchos años la cuestión, traicionando de paso y valientemente a su propia escuela.
Después de él, Taine, como filósofo, y Huxley, como naturalista, han probado
definitivamente que la psicología no es ni puede ser otra cosa que una ciencia.
Ahora bien; tal manera de apreciar la
psicología en su esencia y en su forma ¿es la impresión real que los cultores
actuales de la materia, tienen de ella? ¿Es esta la impresión vista de dentro que ofrece la psicología?
En manera alguna. La situación de la psicología y su carácter como disciplina
de estudio resultan ser muy diferentes cuando uno se interna en sus dominios
particulares, máxime si se inicia en las intimidades de su vida de labor.
Por lo pronto, sorprende la falta de
orden, de método por mejor decir, en el trabajo científico. A fuerza de ensayar
nuevos métodos, a fuerza de tanto discutir sobre los mismos, resulta no haber
ninguno que pertenezca en propio a la psicología. La brevedad del tiempo me impide
siquiera pasar en revista esta importante cuestión; pero es perfectamente
sabido el estado de desprestigio en que se encuentran todos los instrumentos de
labor científica en psicología. Todo por obra de la crítica a que han sido sometidos.
Este es el hecho.
Sorprende igualmente, en medio de una
actividad bibliográfica que ninguna otra ciencia acusa, la falta de obras que
abarquen en conjunto la materia, y la traten, sobre todo, con espíritu
científico, es decir, con imparcialidad, con convicción y con desinterés.
Los tratados de psicología siguen siendo
obras dogmáticas o tesis de mayor o menor desenvolvimiento, en las cuales el
autor no busca, en general, si no la prueba de sus ideas, raramente la de los
hechos que expone. Lo que preocupa a los autores es, por encima de todo, salir
triunfantes en sus opiniones, destruyendo doctrinas o postulados, antiguos o
recientes, para edificar otros nuevos tan personales como los anteriores y a
veces más efímeros que los que se pretende arruinar. El profano que quiera
conocer el estado actual de la psicología en un texto de autor contemporáneo,
lo único que generalmente encontrará a través de su lectura es la comprobación
de la propia obra o la de una escuela, pero nunca la exposición sistemática o
completa de los hechos que constituyen el contenido real de esta ciencia. Ese
contenido lo tiene que reunir por sí mismo el investigador imparcial,
seleccionando, de la enorme masa de monografías y trabajos de otra especie, el
material que realmente merece llamarse científico.
No hay verdaderos Tratados de psicología, como hay tratados de
física, de química, de astronomía, de geología, de anatomía, de derecho o aun
de ciencias ocultas. La verdadera psicología está desparramada en millares y
millares de trabajos sueltos, de monografías, como es la palabra, en cuyo
colosal caudal de páginas hay que ir a buscar la verdad científica y procurarse
con el propio esfuerzo la síntesis deseada; los tratados no son, como digo,
sino grandes exposiciones de tendencia doctrinaria, forjadas por las necesidades
de la discusión, que es la causa principal de su extensión.
En ellas no se encuentra, en general,
sino dialéctica, unilateralidad y discusión de principios o de fórmulas. Eso,
sin contar que, a cada paso o como previa condición de prueba, se discute
sobre el valor de las palabras como se pudiera discutir sobre la realidad de
los fenómenos que se pretende explicar. El tecnicismo físico, químico,
geológico, se ha mantenido intacto en las respectivas ciencias a pesar de todos
los cambios fundamentales ocurridos en ellas, porque los términos son el instrumento
de la exposición científica y no de la especulación doctrinaria. Que no signifiquen
hoy lo mismo que ayer es una cuestión que no necesita previamente ni subsecuentemente
tratarse en una ciencia; estos cambios se imponen al juicio del lector por el
solo progreso ocurrido en las ideas. Dedicar su tiempo a esta clase de
disquisiciones, en cualquier otra ciencia, seria considerado como un
despilfarro de fuerzas o una excentricidad digna de provocar la execración de
la obra.
En psicología, la discusión de los
términos prima sobre el mismo dogma. La definición de la psicología o del fenómeno
psíquico constituye uno de los más vastos capítulos de algunas de nuestras
obras más importantes de la materia; y sobre la discusión de los términos se
establece la profesión de fe del autor, otra necesidad previa que experimentan
nuestros contemporáneos en ese afán doctrinario que los domina.
La controversia es, por otra parte, la
expresión única de la dialéctica en materia de prueba psicológica; para poder
cimentar una nueva idea, es necesario, según parece, no tan solo discutir sino pleitear,
y en esta vía se
llega muy pronto al ataque y hasta a la injuria. Todavía estamos en los
tiempos de estas polémicas en que el insulto se esgrimía como arma de acción
contra el adversario. Las palabras ignorancia,
error, superstición, mala fe aparecen continuamente en el curso de las
obras actuales de psicología como en los buenos tiempos en que Víctor Cousin y toda su escuela
pretendían que ellos solos sabían psicología y eran los únicos que tenían
derecho a opinar sobre la esencia del alma. No faltan, de otro lado, los
autores desdeñosos al estilo de Augusto Comte, polemistas vaciados en peor
molde todavía que los eclécticos, para quienes la ciencia se compone
exclusivamente de unos cuantos postulados o de unas cuantas fórmulas, generalmente
inventadas por ellos, y dentro de las cuales es necesario encerrar todo el
caudal de experiencia y de reflexión que el tiempo ha ido acumulando en el
espíritu del hombre. Y aquellos infelices que se apartan de sus vistas deben
ser excluidos de todo rango y de toda consideración. Así, si para muchos la
psicología sigue siendo un tema que solo bajo la inspiración de la palabra divina
puede abordarse, para otros sólo puede resolverse mediante la posesión de
secretos científicos que nadie fuera de ellos ha podido penetrar.
Pero que sea el alma el principio de la
inteligencia o que lo sea el neurón, que se haga psicología contemplándose a sí
mismo en éxtasis budístico o excitando las células nerviosas de un paciente con
descargas eléctricas, siempre tiene que decirse algo malo del que disiente, o
aparentar su desprecio.
No es esto decir que en el campo de la
psicología falten los espíritus serenos, los hombres de ciencia en la
verdadera acepción de la palabra, los doctrinarios originales poseídos de la
conciencia de su misión. Los nombres de Wundt, de Ribot, de James, de Baldwin,
de Sergi, de tantos otros, vienen a nuestra mente para desmentir la exageración
que pudiera encerrar mis palabras; pero también estos grandes maestros, sobre
los cuales reposa hoy día todo el movimiento científico eficaz de la
psicología, se resienten de parcialidad, de acritud y diremos hasta de
fanatismo. Contentémonos con citar para prueba de nuestro aserto Le origine dei fenomeni psichi del
último de estos autores, la obra más original, de más trascendencia que haya
producido la psicología contemporánea.
Por lo que toca a la manera cómo mantiene
o entiende mantener esas relaciones que hemos dicho ligan a la psicología con
las demás ciencias, hay también mucho de desagradable que observar. Por lo
pronto se considera que toda intimidad con la filosofía es un atentado al
espíritu científico de la actual psicología. Un odio enconado se guarda aún
contra dicha disciplina, recordando sin cesar la violencia puesta en la ruptura
que trajo por consecuencia la emancipación definitiva de esta última. Contra
la metafísica, sobre todo, existe una prevención invencible; el epíteto de metafísico aplicado a un psicólogo representa
hoy día una injuria tan grave como lo fue el de sofista para los filósofos después de Sócrates.
De otro lado, a las ciencias naturales no
se les rinde sino un homenaje de circunstancias. La ciencia de la vida puede
ser una fuente de información para el psicólogo cada vez que necesite comparar
los fenómenos de nuestra intelectualidad con la de los animales, pero fuera de
ahí rara vez se ve en los trabajos de psicología contemporánea establecer la absoluta
subordinación de esta ciencia a la biología. La frase de Haeckel: «la psicología
no es sino un capítulo de la biología», ha sido olvidada hasta de los más
virulentos materialistas, por más que en nombre de este gran espíritu juren todos
ellos al proclamar que «el pensamiento no es sino una modalidad particular de
la energía universal» ¿Y qué decir de aquella otra mitad que se empecina
todavía en suponer el alma un huésped del cerebro, movido al compás suyo o a
pesar de su intervención, según
el caso y según las circunstancias? Para esta mitad el sistema nervioso
representa un motivo de curiosidad, un serio asunto, quizá digno de meditación,
pero no la clave de la vida mental como es en realidad.
Y no hablemos del distanciamiento cada
día mayor en que vamos colocándonos de las matemáticas. Nos estamos olvidando
que la disquisición racionalista ha ganado lo que ha ganado con Descartes, con
Pascal, con Leibnitz, sólo por el aporte dialéctico que
éstos trajeron de las matemáticas; y que la nueva psicología, la psicología experimental
sobre todo, logró consolidarse al soplo exclusivo de esas mismas ciencias
representada por Wolff, por Exner y por Fechner. Olvidamos todos, en fin, que
la lógica no tiene otro horizonte, otro punto de escape para consolidar su
autonomía científica que confundirse con las matemáticas haciéndose un
capítulo de ellas como ya lo han tentado los ingleses desde Jevons hasta acá y
lo están tentando en Francia, Poincaré, Couturat y tantos otros.
La psicología ofrece así el singular
ejemplo de una ciencia que se empeña en conspirar contra sus más legítimos
intereses por la falta de orden en su interior, por el fanatismo de sus
cultores y la negligencia con que se empeña en mirar las ciencias tributarias
de su progreso. Y, por encima de todo, esta resistencia inveterada a hacer su
síntesis, su corpus juris como tienen
todas las ciencias, por más analíticas que sean.
Tal estado de cosas – que empieza ya a
descorazonar a muchos grandes espíritus como Spiller, por ejemplo, quien en su Mind of the Man niega
en absoluto que la psicología contemporánea haya adelantado un solo paso en la
vía de la resolución de los grandes problemas que le están encomendados, o como
Munsterberg, que en su reciente On
the Witness Stand declara
a la psicología de laboratorio una práctica estéril y visible que descorazona
a diario a millares de neófitos y aleja del estudio de tan importante rama
científica a igual número de hombres sedientos de iniciarse en sus secretos – es
la única causa de esta falta de rumbos, de esta anarquía de opiniones que se
siente en la cátedra y que hace por todas partes infecunda la enseñanza de la
psicología. El problema docente se confunde así con el problema metodológico
en nuestra materia. Si no existiera éste, no existiría tampoco aquél. Por eso
he presentado los hechos como son sin hacer previas consideraciones sobre el
problema mismo de que me estoy ocupando, pues que de otra manera ni resultaría
tan clara su explicación ni tan fácil su resolución.
Que la cátedra siente la influencia del
desorden existente en el campo de acción de la psicología, lo prueba la forma
en que se hace en todas partes la enseñanza.
A la falta de uniformidad en los
programas de estudio se une la disparidad de los métodos de enseñanza, la
restricción de los temas de observación y de experimentación y la
personalización que da el maestro a sus doctrinas. Por más que éste se
esfuerce en dar a la enseñanza una amplitud integral y un propósito desinteresado
de todo dogma, la fuerza de las cosas lo lleva a la especialización y al dogmatismo.
Raro es el maestro que hoy pueda declararse independiente de todo vínculo de
escuela o abarcar todo el campo de la materia en su enseñanza. Unificar esta
enseñanza, dándole el sello de verdad experimental y amplificar su horizonte,
hasta llevarlo a los confines remotos de su aplicación, es la tendencia
general del maestro; pero realizar tal programa es lo que a todos parece
difícil, sino imposible. He ahí, en dos palabras, sintetizado el problema de
que estamos tratando.
Su resolución yo la encuentro fácil, sin
embargo. Y es esto lo que me he propuesto demostrar, estableciendo en pocas
palabras, también la fórmula indicada para obtenerla.
Previamente, debo declarar que no creo
que para lograr este fin haya que tentarse la remoción de las causas que
mantienen el ambiente científico en ese estado de anarquía que hemos descrito.
Tal empresa, a más de ser impracticable en el momento actual sería de un éxito
muy tardío. Por otra parte, el ambiente científico se ha de modificar sólo por
el esfuerzo de la cátedra. La cátedra ha
sufrido la influencia nefasta de este ambiente, es cierto, pero no está tan contaminada
como para haber perdido la conciencia de su deber y la confianza en la eficacia
de su acción correctiva. Al contrario; es de ella que parte la voz de alarma y
la iniciativa salvadora.
Y esa iniciativa se pronuncia sobre la
propia esfera de acción. Por eso es que debemos seguirla en sus tendencias,
considerándola como la única solución factible. Modificar el ambiente de la
cátedra, es pues, el remedio que debe oponerse al mal que se trata de curar.
Ahora bien, ¿cómo vamos a formular este
remedio y a aplicarlo? Esa es la cuestión que deseo plantear y que, como
repito, hallo perfectamente realizable.
Por lo pronto, debemos establecer,
terminantemente, que el estudio de la psicología no puede en manera alguna
abordarse, en ninguna escuela, sin la preparación previa del alumno en las
materias que le sirven actualmente de base de sustentamiento. Esas materias
son las llamadas ciencias naturales, teniendo como punto de referencia la
biología general y como amplificación la anatomía y la fisiología del sistema nervioso;
del sistema nervioso del hombre en particular. El bachillerato en ciencias, es
pues, indispensable para iniciarse en el estudio de la psicología, es decir, de
la psicología científica; pues que
toda otra psicología está excluida de nuestro problema. Para hacer psicología
escolástica, o psicología animista como podríamos llamarla con mayor propiedad, no sólo no
se necesita estar preparado en las materias indicadas, sino que, al contrario,
su conocimiento sería un obstáculo gravísimo para su estudio.
Si Santo Tomás, en la época clásica de
aparición de esta escuela, o Garnier, en nuestros tiempos, hubieran tenido en
sus manos un cerebro, aunque fuera de batracio, no hubieran sostenido que, con
sólo asignarle facultades al
alma se resolvían los vastos problemas de la psicología en la forma que
ellos han pretendido hacerlo.
Debemos, enseguida, poner a contribución
los valiosos documentos que sobre la vida mental de los animales nos
proporciona la abundante bibliografía existente sobre la materia, y los no
menos preciosos datos que la embriología general y comparada nos ofrece sobre
el desarrollo de los órganos en las cuales se hacen hoy día asentar las llamadas
funciones psíquicas. El método
embriológico es una ayuda tan eficaz como sencilla para el conocimiento de las
funciones mentales del hombre; con él se abrevia y se aclara el estudio de la
inteligencia humana, dándole además un interés que solamente aplicándolo se puede
valorar.
Finalmente, una vez abordado en
particular el estudio de las funciones mentales, debemos traer a cuentas las
opiniones y doctrinas de los grandes autores que han ilustrado la materia,
comparándolas entre sí con la doctrina actualmente sostenida para establecer
el valor de estas últimas o indicar por lo menos la evolución histórica
sufrida en este punto por la psicología. Con esta fórmula didáctica se llenan
dos indicaciones importantísimas: mostrar el progreso de la ciencia y fijar
los límites en que se encierra una cuestión en el momento actual de la enseñanza.
Este método, que podemos llamar el método histórico, es de una aplicación
vulgar en medicina, y presta en ella incalculables servicios, pudiendo decirse
que es a su generalización que debemos la incesante tendencia a la
investigación experimental que caracteriza esta ciencia.
Ayudados, así, por estos dos poderosos
medios de control científico, el evolutivo y el histórico, la enseñanza no
puede menos que hacerse imparcial y por consiguiente científica.
Toda tendencia dogmática desaparece así
de la mente del maestro, y por lo tanto del ambiente de la cátedra, colocándose
entonces en su verdadero nivel. Y el horizonte de la materia se ensancha por sí
solo, haciendo necesaria la amplitud de la enseñanza. No es posible restringirse
a un orden dado de fenómenos, como ocurre, en general, ni menos ceñirse a la
coyunda de una escuela. Que el maestro tenga su dogma o que el alumno se
encamine en una vía definida de especialización, es cuestión que nadie podrá
evitar, pero el uno y el otro, al dogmatizar, harán obra de cultor científico,
no de sectario abyecto o insustancial.
El programa de un curso de psicología
basado en este sistema será entonces completo y siempre de fecundas
consecuencias. La experimentación psicológica o la aplicación de la materia a
una rama de estudio tributaria se hará, entonces, sobre la base que debe sustentar
a toda empresa de esta clase. En todo caso, estas tentativas tendrán por principio
un objetivo al cual acompañará siempre un éxito feliz. Así estableció Claudio Bernard
la enseñanza de la fisiología y sacó de la experimentación los frutos
que hoy palpamos todos. La Introducción
al estudio de la medicina experimental, la obra más genial quizá de este
gran hombre de ciencia, debiera ser leída previamente por todo aquel que se
lanza al campo de la investigación psicológica, sea maestro, sea discípulo.
Ese es el evangelio de la ciencia hoy día, y la psicología no puede apartarse
de él sin renegar del maestro que le dictó las reglas para el manejo del instrumental
que sirve de base operatoria en sus laboratorios y del que le enseñó, por medio
de la célebre experiencia del curare, cómo están ligadas la sensibilidad con
la motilidad en el cuerpo del animal y cómo al mismo tiempo pueden estas
funciones desempeñarse con independencia la una de la otra cuando el caso lo
requiere.
En resumen: preparación previa antes de
entrar al estudio de la psicología, conocimiento subsecuente de las materias
que le sirven de fuente de información, conocimiento de la historia de la
psicología, amplitud de miras en la investigación, sujeción a las reglas del
método experimental en la práctica del mismo y, finalmente, seguridad en los
propósitos al aplicar la psicología al terreno de las demás ciencias; he ahí la
formula de la enseñanza en psicología y con ella la solución del problema que
ésta comporta.
No olvidemos, además, que la enorme
bibliografía pseudo-científica que se elabora hoy día en el mundo es debida a
la aceptación que tiene de parte de un vulgo ávido de material nuevo, fácil de
asimilar y de repetir; y ya sabemos el papel nefasto que juegan en la
enseñanza de la psicología esta clase de obras. Describir en diez páginas el
sistema nervioso y fundar toda una psicología
fisiológica sobre los mezquinos elementos que allí se pueden dar, es
engañar a sabiendas al lector. Lo mismo significa exponer en una hoja la estructura
del neurón y sobre ella fundar todo el funcionamiento del sistema nervioso.
Tanto al describir como al escribir, para
ser sinceros con el alumno, debemos emplear, en psicología, tanto tiempo en una
explicación cuanto nos ha sido necesario para comprenderla nosotros mismos. Dejemos
que la psicología siga siendo por mucho tiempo aún un terreno de chicana y de
encono para quien haga obra de sectario; contentémonos a este respecto en
condenar la obra relegándola al olvido. Pero cuando haya de por medio una
misión docente, no permitamos a la mala fe ni al sectarismo entronizarse. La
obra didáctica que se aparte de la vía científica debe, no ya condenarse con el
silencio, sino combatirse directamente, abriendo juicio claro y firme sobre
ella.
Con tales elementos el tilde de
«metafísico» no podrá jamás ser aplicado como injuria a un cultor de la
psicología. Y que haga metafísica un psicólogo no constituye, por otra parte,
ningún desdoro para su reputación. Recordemos si no la frase célebre de Huxley,
cuyo nombre he citado ya una vez: «En realidad, la tentativa de nutrir al
espíritu humano con un régimen que no contenga algo de metafísica, es casi tan
poco acertada como la de ciertos magos orientales que pretenden nutrir su
cuerpo sin destruir parte alguna de la vida.» La metafísica es el escalón más
elevado de las ciencias llamadas del hombre; a él vamos ascendiendo por la experiencia
y por la reflexión, y no llegamos a poner el pie en él sino cuando hemos
podido, con el auxilio de la psicología, descubrir, no el secreto del mecanismo
que rige la vida mental sino el profundo, impenetrable misterio que encierra
para nosotros.
Con esto me permito declarar, sin temor
de ser tachado de tránsfuga científico, que ni la psicología excluye el
estudio de la metafísica, ni menos que su conocimiento sea superfluo para el
psicólogo que hace obra de investigador científico. Al contrario, así como no
hay metafísica posible sin la plena posesión de los principios que enseña la
psicología, no hay tampoco psicología que no tenga en la metafísica su punto terminal
y su objetivo práctico de aplicación.
Y aquí termino, proponiendo hagamos del
importante tema que tan someramente he podido tratar un motivo de atenta
preocupación en el curso de las fecundas tareas que está llamada a llenar la
Sociedad que hoy inauguramos. A cada uno el deber y el honor de aportar su
contribución personal, fruto de su labor y de su experiencia en la cátedra, para
la solución del problema que comporta la enseñanza de la materia.
_______
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revista
Electroneurobiología
ISSN: ONLINE 1850-1826 - PRINT 0328-0446
2006 – CINCUENTENARIO DE LA MUERTE DE CHRISTOFREDO JAKOB – 2006
2006 – CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE BRAULIO MOYANO – 2006
2006 – Año de homenaje al Dr. Ramón Carrillo – 2006
en el quincuagésimo aniversario
de su deceso y el centenario de su nacimiento.
Decreto 1558/2005 de la Presidencia de la Nación
Ver debajo las publicaciones
concernientes al mismo
2006 – A TREINTA AÑOS DE LA PATENTE BRITÁNICA 1.582.301 – 2006
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SOCIOLOGÍA DE LAS NEUROCIENCIAS
Pour comprendre
l'enjeu : L’anthropologie ganglionnaire, un psychovirus démasqué (français)
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L'aliénisme en
Argentine : Diego Alcorta (1827) : Dissertation sur la manie... aiguë?
(français)
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Metaphors at odds in conceiving organismal-societal government: The Political Structure of the Brain: Cerebral Localization in Bismarckian Germany
(English)
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One of the earliest recorded works in Biological Psychology presents a synthetic system of psychology weaved from positivist philosophy and the principles of physical chemistry
: The Biological Psychology of José Ingenieros, some biographical points, and Wilhelm Ostwald’s (Nobel Prize Chemistry, 1909) Introduction to the 1922 German edition
(English)
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ELECTRONEUROBIOLOGÍA
Efectos
relativísticos en biofísica cerebral:
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SUMARIO Y
PÁRRAFOS INICIALES EN CASTELLANO
Diversificación
de recursos electroneurobiológicos en la evolución del sistema nervioso:
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Cálculo
de potenciales dentro de las células
Calcule
intensidades eléctricas y magnéticas en cada compartimiento neuronal: The nervous principle: active versus passive electric
processes in neurons (Explains how to calculate electric and magnetic
field strengths inside different neuronal compartments) (LONG FILE IN ENGLISH with
Bulgarian, Russian and Spanish abstracts/TOCs)
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Evaluación de
potenciales fuera de las células
Signal analysis to exploit the information of steady-state recordings: Do’s and don’ts in Fourier analysis of steady-state potentials
(Assumptions in the discrete Fourier transform (DFT) not necessarily fulfilled in real-world applications) (English)
Minireview
The ‘Enabling’ Neural Correlates for All Consciousness: Latest Findings in the Mechanisms of Cortical ‘Arousal’
(Conditions in the neuronal and biochemical level skipping consideration of any more fundamental biophysical issues, e. g. quantum or relativistic) (English)
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NOCIONES GENERALES
Conceptos:
Noticia general -- ¿Qué es electroneurobiología? -- La atmósfera intelectual (all in Spanish) -- Main Technical Ideas / Conceptos técnicos principales (English and Spanish) -- El descubrimiento de la Doppelrinde (German and Spanish)
Comentando una "ilusión óptica" / Commenting an "optical illusion":
A visual yet non-optical subjective intonation:
una entonación subjetiva visual pero no óptica
(English and
Spanish)
UNA EXPLICACIÓN ESENCIAL: