Gobierno de la ciudad de Buenos Aires
Hospital Neuropsiquiátrico
"Dr. José Tiburcio Borda"
Laboratorio de Investigaciones Electroneurobiológicas
y
Revista
Electroneurobiología
ISSN: ONLINE 1850-1826 - PRINT 0328-0446
Neurofisiología
del bostezar y estirarse:
su ontogenia y filogenia
por
Olivier Walusinski
Contacto / correspondence: Walusinski[-at]yawning.info
Electroneurobiología 2006; 14
(4), pp. 175-202; URL http://electroneubio.secyt.gov.ar/index2.htm
Copyright © Electroneurobiología, August 2006. Este
trabajo es un artículo de acceso público; su copia exacta y redistribución por
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Received: August 17, 2006 – Accepted: August 30, 2006
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Sumario: Nos proponemos señalar cómo las
pandiculaciones – combinaciones de bostezar y estirarse que permanecen morfologicamente
idénticas en todas las clases de vertebrados – se asocian con estados de
transición entre las fases de ritmos biológicos, tanto infradianos y
circadianos cuanto ultradianos. Los comportamientos de bostezo solo y de
pandiculación han recibido poca atención, aunque testimonian procesos
homeostásicos adaptativos que son indispensables para la vida. Se trata de kinesias
o composiciones unitarias de actividad neuromuscular; esto, en cuanto a su
puesto en la serie de adquisiciones neurobiológicas mayores, implica que siguen
a la integración de ciclos bioquímicos en ritmos biológicos y preceden a la adquisición
de praxias, gnosias y simbolias. Habiendo así surgido presumiblemente en antepasados
comunes a todos los vertebrados y presentes ya en los vertebrados filogeneticamente
más antiguos, en todas las clases de vertebrados las pandiculaciones generalizadas
y coordinadas se ejecutan de modo morfologicamente similar, en ocasión de
transiciones comportamentales que de manera recurrente y cíclica tienen lugar
en el curso de los tres tipos de ritmos biológicos que sostienen el estilo de
vida del tipo vertebrado: a saber, la alternancia vigilia-sueño, la regulación
de la saciedad y las regularidades reproductivas. Esta kinesia, la pandiculación,
responde a una estimulación interna, que no exterioriza razón visible pero es
necesaria para los procesos de la homeostasis en esas tres áreas de comportamiento.
En el presente trabajo, tras haber explicitado los mecanismos neurobiologicos
activados y los circuitos neuronales que los sostienen, se propone interpretar
bostezos y pandiculaciones como participantes de la interocepción, o introyente de Chr. Jakob, por sus capacidades
de estimular la vigilia así como la saliencia, noergia o nivel de percepción
consciente del esquema corporal. Los humanos, y probablemente al menos algunos
antropoides, compartimos una aptitud particular, la de ser receptivos a la
contagiosidad del bostezo. Con ello el bostezo humano juega un rol en la vida
social, por su poder de sincronizar los niveles de vigilia entre varios
individuos. Su ecoquinesia o contagio refleja nuestra capacidad de ser influenciados
por el comportamiento de otro de manera automática e involuntaria. Se propone
aquí que la ecoquinesia del bostezo es una forma de empatía kinésica, por lo
tanto instintiva e involuntaria, que pone en juego estructuras neurofuncionales
corticales compartidas.
Résumé: Nous nous proposons de montrer comment les bâillements
et les pandiculations, en restant morphologiquement identiques, apparaissent
associés à chaque état de transition des rythmes biologiques, qu’ils soient
infradiens, circadiens ou ultradiens. Les comportements de bâiller et s’étirer,
dont l’association se nomme une pandiculation, ont reçu peu d’attention, alors
qu’ils témoignent des processus adaptatifs d’homéostasie fondamentaux pour la
vie. Leur apparition précoce participe d’une part à la neurogenèse fœtale,
activité dépendante, et témoigne d’autre part de la mise en jeu de l’activité
fonctionnelle neurobiologique. Qualifiables de kinésie, bâillements et
pandiculations précèdent l'acquisition des praxies, gnosies et symbolies. Présents
déjà chez les vertébrés phylogénétiquemente les plus anciens, ils semblent
avoir évolué probablement peu depuis l’ancêtre commun à tous les vertébrés,
confirmant ainsi leur importance évolutive et neurobiologique. Les pandiculations
se déroulent de façon morphologiquemente semblable, chez tous les vertébrés,
lors des transitions comportementales survenant de façons récurrentes et cycliques
au cours des trois types de rythmes biologiques de la vie: l’alternance
veille-sommeil, les prises alimentaires et les rythmes propres à la
reproduction des espèces. Cette kinésie, la pandiculation, répond à une stimulation
interne, sans raison extériorisée appréhendable, mais nécessaire aux processus
d’homéostasie de ces trois comportements. Dans ce travail, après avoir
explicité les mécanismes neurobiologiques activés et les circuits neuronaux qui
les sous-tendent, il est proposé d’interpréter bâillements et pandiculations
comme participant de l’intéroception (l'introyente
de Chr. Jakob) par leurs capacités à stimuler l’éveil et la salience, noergie
ou degré de perception consciente du schéma corporel. Les Hominidés et quelques
singes ont une aptitude particulière, celle d'être réceptifs à la contagiosité
du bâillement. Il est émis l’hyothèse qu’ainsi, le bâillement joue un rôle dans
la vie sociale par sa capacité à synchroniser les niveaux d’éveil entre
individus. Cette échokinésie ou contagion reflète notre faculté à être influencés
par le comportemente d’autrui de façon automatique et involontaire. Il est
proposé que l’échokinésie du bâillement est une forme d’empathie kinésique,
donc instinctive et involontaire, mettant en jeu des structures
neurofonctionnelles sous-corticales et corticales activées tant dans le vécu
émotionnel que dans la simulation mentale des émotions.
Abstract: The present report aims to show
how pandiculation, a combination of stretching and yawning that remains
morphologically identical across the whole range of vertebrates, occurs associated
with the transitional states between the phases of biological rhythms – whether
infradian, circadian or ultradian. Yawning and pandiculations are neglected
features among the categories of maintenance behavior. They are kinesies; it
means that, as regards their place in the series of major neurobiological
developments, they follow the integration of biochemical cycles into biological
rhythms but precede the acquisition of praxias, gnosias and symbolias. Thus
systematic and coordinated pandiculations, having seemingly arisen in common
ancestors of all vertebrates, occur in all vertebrate classes during the transitional
behaviors intervening between the phases of the different periodical rhythms
which support the vertebrate life-style (namely, sleep-arousal alternation,
feeding, and reproductive regular changes) in a compound pattern of almost
identical general form. This kinesis appears as one undirected response to an
inner stimulation, underlying the homeostasis of these three behaviors. After
discussing the specific regulatory strategies and neural networks involved, it
is proposed that yawning belongs with interoceptiveness (Jakob's introyente) by its capacity to increase
arousal as well as the salience, noergy or level of self-awareness regarding
the bodily schema. Apes (probably) and humans have the unique capacity of being
receptive to the contagiousness of yawning. Thus human yawning appears to
trigger a sort of social coordination function (arousal synchrony) and reflects
the capacity to become automatically or mindlessly influenced by the behaviour
of others. Such a kinesical empathy supports the hypothesis that contagious
yawning involves shared neural networks.
« The muscular fibres themselves constitute the organ
of sense, that feels extension... hence the whole muscular system may be
considered as one organ of sense, and the various attitudes of the body, as
ideas belonging to this organ, of many of which we have hourly conscious, while
many others, like the irritative ideas of the other senses, are performed
without our attention. »
( «Las
fibras musculares mismas constituyen el órgano de sentir que siente su estirarse...
de ahí que el sistema muscular entero pueda considerarse como un órgano de
sentido, y las múltiples actitudes del cuerpo como las ideas que pertenecen a este
órgano, de muchas de las cuales tenemos conciencia continuamente, mientras que,
tal como los contenidos ideales estimulatorios de los otros sentidos, muchas otras
son ejecutadas sin nuestra atención.» )
Erasmus Darwin, Zoonomia
(1801).
Los organismos
vivos, en particular los vertebrados, exhiben variados comportamientos, esenciales
para la supervivencia, que se caracterizan por su cíclica recurrencia. Así
ocurre con las tres organizaciones comportamentales fundamentales de la vida de
los vertebrados y de su transmisión: vigilancia (mantenerse apto para sobrevivir
ante los predatores, a pesar de que dormir sea indispensable para la homeostasis),
alimentación (procurarse energía) y reproducción (transmitir la vida). Sus ritmicidades
cumplen con los criterios definidos por Bejan y Marden (2006) en su reciente “teoría
constructal”, referida a las periodicidades naturales y especialmente a las biológicas.
Nos proponemos señalar cómo bostezos y pandiculaciones, persistiendo morfologicamente
idénticos, se muestran asociados a cada estado transicional en los ritmos infradianos,
circadianos y ultradianos que caracterizan esos comportamientos.
¿Qué son bostezos y pandiculaciones?
La
etología abona la noción de que la mayor parte de los vertebrados bostezan, sean
homeotermos o bien de temperatura controlada por el ambiente; de mundos submarinos,
terrestres o aéreos; herbívoros, fructívoros, insectívoros o carnívoros. La existencia
de bostezos en reptiles e incluso en peces confirma el origen filogeneticamente
antiguo de este comportamiento. Su conservación, sin variación evolutiva,
indica su importancia desde el punto de vista funcional. Pero no la especifica:
¿para qué sirve esta kinesia?
Una
pandiculación es un bostezo que se desarrolla simultáneamente con una contracción
intensiva de los músculos antigravitatorios (André-Thomas, 1949); es decir, en
los tetrápodos, una extensión máxima de los cuatro miembros y del raquis, llevando
la cabeza hacia atrás.
Durante
el bostezo, el diafragma – músculo que en los humanos es el más grande del organismo
– se contrae en masa, provocando una amplia inspiración a través de las vías aéreas
superiores, abiertas al extremo lo mismo que la boca. J. Barbizet (1958) ha mostrado
que el diámetro faringo-laríngeo se cuadruplica en relación a su medida de
reposo. La contracción simultánea de los músculos que abren la boca (milohioideos
y digástricos) y de aquellos que aseguran su cierre (pterigoideos, maseteros,
temporales), explica las importantes tensiones así sufridas por las articulaciones
temporomandibulares (Forte, 1982).
Los
movimientos de la cabeza constituyen parte integral del ciclo de abertura y
cierre de la boca necesario para la masticación, la elocución y el canto, pero
también para el bostezo (Abrahams, 1988, 1993). Desde un punto de vista filogenético,
en todas las especies que nos ocupan, este acople funcional tiene valor adaptativo,
seleccionado, ya que asegura mejor capacidad de aferrar las presas así como de
defenderse y combatir. Las aferencias sensoriomotrices orofaciales (trigémino)
son necesarias para el control de la motricidad cérvico-cefálica; es decir, la actividad
funcional mandibular es una asociación de movimientos sincronizados de nuca y mandíbula
en los que intervienen las articulaciones témporo-maxilares, el raquis cervical
y su musculatura (Zafar, 2000). La acción de los músculos maseteros y cervicales
es sincronizada por un comando motriz común automático generado por el tallo
cerebral (“central pattern generating circuits”:
Marder, 2005), donde se ubican los núcleos motores de los pares craneales V,
VII, IX, X, XI, XII. Todas estas estructuras motrices son activadas durante los
bostezos. T. Humphrey (1968) ha
hablado de un reflejo trigémino-nucal.
Cuantificar y analizar los bostezos de toda la diversidad del mundo
animal es una titánica tarea que permanece pendiente. No obstante, en el
hombre, a partir del concepto de vínculo entre actividad motriz cervical y
mandibular, ha sido desarrollado un dispositivo (comercializado como Somnolter©) para asegurar el registro ambulatorio
de los sindromes de apnea durante el sueño. En efecto, el final de una apnea obstructiva
o bien central es seguido por un micro-despertar, un movimiento de abertura de boca
para la inspiración, que pone fin a una detención ventilatoria con eventual desaturación
arterial en O2. El Somnolter permite
así la estimación de la distancia intermaxilar y, como corolario, habilita registrar
los bostezos. Se ha notado que la amplitud de abertura de la boca, en ocasión
de un bostezo espontáneo, es más importante que la abertura voluntaria máxima
de la boca al calibrar el aparato; y que la oclusión que sigue al final del bostezo
aparece igualmente más acentuada que la oclusión voluntaria. Se trata del primer
método que permite contar, de manera objetiva, el número de bostezos, y podría
quizás adaptarse a algunos otros mamíferos.
El
conjunto de datos presentados autoriza a describir al bostezo de los mamíferos como
una pandiculación parcial, es decir como una contracción en masa de diafragma, músculos
de la cara y de la nuca, sin contracción concomitante de los extensores de los
miembros y del raquis dorso-lumbar. V. Dumpert y E. Claparède han propuesto, ya
en 1921, esta interpretación que permite aportar una explicación neurofisiológica
à este comportamiento.
Neurofisiología de bostezos y pandiculaciones
A
su vez, las transiciones comportamentales de los animales no resultan de una
adaptación pasiva a las condiciones del ambiente. Obedecen, por el contrario, a
estímulos internos característicos de las adaptaciones homeostásicas generadas,
en particular, por el hipotálamo (núcleos supraquiasmáticos, núcleos paraventriculares).
Estos relojes biológicos internos coordinan una adecuación precisa entre necesidades
metabólicas (saciedad), permanencia de la especie (acople recombinatorio del
genoma) y condiciones ambientales (adaptación tónica al peso y motricidad). Se observa
que los bostezos y pandiculaciones ocurren especialmente en las transiciones
entre los estados de vigilia y de sueño, en ocasión de la instalación de hambre
o saciedad, y en ocasión de la instalación o de la desaparición de estados emocionales
secundarios a una vida en grupos sociales jerarquizados (Walusinski, 2004).
C.
Sherrington (1905) ha enunciado la pauta de que tan sólo la actividad motriz
exterioriza la actividad del sistema nervioso. Ello es correcto en el nivel de
las kinesias. Bostezos y pandiculaciones exteriorizan la actividad de los centros
motores del tallo cerebral (V, VII, IX, X, XI, XII) y de la médula, bajo comando
del núcleo paraventricular del hipotálamo (PVN). El PVN es un centro de integración
entre los sistemas autónomos central y periférico. Interviene, en particular, en
el balance metabólico (osmolaridad, energía), la tensión arterial y la frecuencia
cardíaca, así como en las actividades sexuales. Bostezos y pandiculaciones pueden
desencadenarse por medio de inyecciones (apomorfina, hipocretina, etc.) o
desaparecer tras electrolesionar el área parvocelular del PVN (Sato-Suzuki,
1998). Un grupo de neuronas ocitocinérgicas situadas en esta área del PVN, que proyectan
hacia el asta de Ammón, el tallo cerebral (locus coeruleus) y la médula, controlan
los bostezos y la erección peniana. La estimulación de estas neuronas, sea por
la dopamina o sus agonistas, por aminoácidos excitadores (NMDA), o incluso por la
misma ocitocina, desencadena bostezos; en cambio el GABA o los opioides inhiben
tanto bostezos cuanto erecciones. La actividad de estas neuronas depende de una
enzima, la sintetasa del óxido nítrico o nitric
oxyde syntetase. Esta fabrica el óxido nítrico que se halla en la base de
la liberación de la ocitocina por un mecanismo todavía no elucidado.
Por
oposición a la vigilia, el dormir es un estado comportamental caracterizado por
cierta desconexión sensorial del ambiente y de las percepciones internas (interocepción).
En mamíferos, ciclos sucesivos de 60 a 90 minutos suelen renovarse en el curso
de una noche de sueño, con sucesiones de dormir lento profundo (predominante al
principio de la noche) y de sueño paradojal (predominante hacia el final de la
noche). Este se caracteriza en mamíferos por una actividad cortical comparable a
la de vigilia, acompañada de una hipotonía muscular periférica con relativo colapso
de las vías respiratorias superiores y de una inestabilidad de los procesos
vegetativos autonómicos, que recuerda la condición peciloterma. La vigilia sobreviene
espontáneamente de preferencia hacia el comienzo del nuevo ascenso de temperatura
corporal (ritmo circadiano), al término de un período de dormir paradojal. La
transición hacia la vigilia comporta una reasunción de los procesos sensoriales,
concomitante a la actividad cortical rápida de esta fase del dormir, y se acompaña
con el recobro del tono muscular tanto a nivel esquelético cuanto a nivel de
las vías aéreas superiores. Bostezos y pandiculaciones abren las vías respiratorias
y refuerzan el tono muscular antigravitatorio.
Toda actividad
motriz genera un retroalimentación (feedback)
o nuevo control adaptativo. La poderosa contracción muscular del bostezo y de
la pandiculación genera información sensorial de retorno, por las vías de la
sensibilidad profunda, que se proyecta sobre el locus coeruleus (bucles sensoriomotrices
trigémino-cérvico-espinales), la sustancia reticulada ascendente del tallo cerebral
y el hipotálamo lateral. Propónese explicar la finalidad de estos comportamientos
como una estimulación de los sistemas de vigilia (sistemas noradrenérgico y dopaminérgico
que proyectan hacia el córtex) y un refuerzo del tono muscular (sistema hipotálamico
hipocrétinergico), engendrada por esta retroalimentación (Walusinski, 2006).
Los estados de vigilia y de sueño
corresponden a actividades de circuitos neuronales específicos. Bostezos y pandiculaciones
pueden interpretarse como un mecanismo adaptativo que desconecta un tipo de circuito
neuronal y favorece la entrada en función de otra red (“reset” o reconfiguración), optimizando el cambio comportamental
(Bouret, 2005).
La grelina (ghréline, ghrelin) es un ligando endógeno para los receptores de la
hormona del crecimiento (GH) y se manifiesta como un péptido inductor de hambre
y de la procuración de alimento. La grelina, las hipocretinas (u orexinas: orexines) y el neuropéptido Y (NPY) forman un
circuito hipotalámico de regulación de la saciedad. Hipocretinas y NPY están asimismo
involucrados en la regulación de la vigilia. La grelina inhibe el dormir tanto
profundo cuanto paradojal en función de la luminosidad. Es fácil advertir que la
procuración de alimento necesita un apropiado estado de vigilia. La experimentación
en ratas indica que la inyección de grelina estimula la vigilia así como la auto-
y heterodesparasitación y limpieza dérmicas (“grooming”) y parece inducir bostezos, en períodos nocturnos, esto
es de actividad para las ratas; mientras que, en cambio, la grelina inyectada al
comienzo del día induce el dormir. La grelina es pues un péptido candidato a
ser responsabilizado por la inducción de bostezos asociada a la saciedad, ritmada
por el ciclo vigilia-sueño (Szentirmai, 2006).
En no humanos se ha demostrado que el hambre reduce la duración del dormir.
El hambre modifica el ritmo circadiano de actividades motrices a fin de
incrementar el tiempo consagrado a la procuración de alimento. Ello resulta de
la adaptación de la actividad de las neuronas hipocretinérgicas del hipotálamo
lateral en función de las tasas plasmáticas periféricas de glucosa, de la grelina
(orexígeno) y de la leptina (leptine:
Sakurai, 2006). La leptina ha permitido al tejido adiposo ascender al rango de órgano
endocrino. En efecto, este péptido tiene una función anorexígena en presencia de
la saturación lipídica de los adipocitos, disminuida en los obesos por posible
defecto de transducción a través de la barrera hematoencefalica (Banks, 2006). Existen
pues estrechos lazos entre vigilia y saciedad, que asimismo dilucidan la existencia
de bostezos asociados, pero todavía no se ha conducido ninguna estudio para
investigar el vínculo entre leptina y bostezos.
Los esteroides sexuales modulan la actividad
de la ocitocina y de la dopamina a nivel del PVN. En ratas o macacos los bostezos
desaparecen con la castración y son restaurados por inyecciones de testosterona
exógena. Los bostezos son descriptos, en etología, como más frecuentes en los
machos alfa de los grupos de macacos. Los estrógenos inhiben los bostezos inducidos
por la apomorfina mientras que la progesterona favorece primero los bostezos y
luego el dormir. Se puede así admitir que los bostezos repetidos bien conocidos
por las encintas en el primer trimestre de sus embarazos, y todas las ocurrencias
de bostezo ligadas a la actividad sexual, resultan de la interacción de esteroides
sexuales a nivel del PVN. (Deputte, 1994; Holmgren 1980; Seuntjens, 2004).
Desarrollo del bostezo en el curso de la
ontogenia.
Es bien sabido que los genes homeóticos (Hox), genes arquitectos, suministran información posicional. Representan
cuatro grupos de genes que codifican para la transcripción de factores (las proteínas
Hox) involucradas en orquestar la puesta en posición del eje rostro-caudal del organismo,
incluyendo la segmentación del tallo cerebral y del diencéfalo por una parte, y
por otra parte la formación de los miembros superiores. Comandan la individualización
del macizo facial y del encéfalo a partir de una estructura embrionaria común, el
ectoblasto. El polo cefálico comporta una segmentación encéfalofacial y encéfalocervical
de estricta correspondencia topográfica: las estructures naso-frontales y
premaxilares están ligadas a los hemisferios; las estructuras maxilo-mandibulares
y cervicales anteriores están unidas al tallo cerebral y a sus nervios (Borday,
2004).
A principios del tercer mes, en el embrión
humano hacen su aparición las primeras secuencias motrices orales y faríngeas bajo
dependencia de la mielinización del tallo cerebral. Los movimientos de los carrillos
y de la lengua participan en la formación del paladar por la iniciación de movimientos
de tracción antero-posteriores mientras las valvas palatales primordiales están
orientadas verticalmente. La actividad motriz de la lengua y de la boca es acompañada
constantemente por movimientos del cuello, como lo ilustran las ecografías que,
entre las 12 a 15 semanas de la preñez, muestran succiones, degluciones, bostezos
y pandiculaciones. La actividad orofaríngea se coordina así con las regulaciones
respiratoria, cardíaca y digestiva de igual localización neuroanatómica. La
extensión del proceso de mielinización al neocórtex temporal y frontal se
completa no antes de las 22 a 24 semanas (Flechsig).
La ejecución de succiones, degluciones, bostezos y pandiculaciones, y
el significativo costo metabólico insumido por la poderosa contracción muscular
que representan, se revela pues de importancia para el desarrollo funcional del
sistema nervioso. Una hipótesis estructural supone el aumento en la activación
y el reclutamiento de neurotrofinas que generan toda una cascada de nuevas
sinapsis, de nuevos circuitos neuronales a nivel diencéfalico y del tallo cerebral.
Este mecanismo de desarrollo dependiente de la actividad (activité-dépendant, activity-dependent) ha sido claramente identificado
como uno de los procesos que afectan la maduración funcional precoz de los sistemas
sensoriales y motores. Ese fenómeno de dependencia de la actividad (activité-dépendance, activity-dependence)
es un proceso ubicuo de maduración cerebral por medio del cual el desarrollo de
una región o de una estructura participa del desarrollo de otras regiones y de
otras estructuras (Marder, 2005).
La filogenia sugiere que el reposo nocturno en
los pecilotermos probablemente ha evolucionado hacia el dormir paradojal (REM sleep) caracterizado por una hipotonía
muscular periférica comandada por núcleos emplazados en la parte dorsal del tallo
cerebral, que está situada rostralmente en relación al puente (Nicolau, 2000). Los
estudios del dormir en fetos, tanto humanos como de otros mamíferos, indican
que la primera forma de dormir presenta características del dormir activo o
agitado que representa una forma inmadura del dormir paradojal y es todavía muy
preponderante al nacer, incluso en metaterios. Siegel (2005) ha mostrado que cuanto
más inmaduro está el cerebro al nacimiento, más dormir paradojal existe. Los mecanismos
que comandan el dormir paradojal son los primeros de su tipo que se tornan funcionales
y los únicos activos inicialmente en razón de la sola mielinización del tallo cerebral
y del diencéfalo. Luego el dormir lento aparece cuando las estructuras tálamo-corticales
maduran. Parece pues que el control de la actividad neuronal ejercida por el dormir
paradojal participa del mecanismo actividad-dependiente de maduración funcional
del córtex. Cabe inferir que desde la instauración del ciclo fetal
sueño-vigilia, el dormir paradojal y tal vez el bostezo (¿?) dirigen la evolución
de la maduración cortical por medio de su estimulación neuronal. De la vida
prenatal a la vida postnatal, la pauta comportamental muestra un desarrollo
paralelo en la aparición del dormir paradojal y del bostezo. Es así que en humanos
la duración del dormir paradojal declina desde el 50% del tiempo del dormir, en
el neonato, a una o dos horas en el adulto; que el número de bostezos pasa de
30 a 50 por día en el neonato a menos de 20 por día en el adulto. Esta disminución
se completa esencialmente entre el nacimiento y el fin de la pubertad (Walusinski,
2006).
Bostezos y pandiculaciones son pues comportamientos
motores de comando central subcortical, diencefálico, que aparecen contemporaneamente
al dormir paradojal con el cual comparten el mismo origen filogenético.
Otras
consecuencias de bostezos y pandiculaciones
Pasaremos revista a otros efectos centrales
y periféricos inducidos por la potente contracción muscular de bostezos y pandiculaciones.
Domenico Cotugno, en 1764, fue el primero en
reparar en la circulación del liquido cefalorraquídeo (LCR). Los latidos cardíacos
y los movimientos respiratorios transmiten variaciones de presión al interior
de los ventrículos cerebrales. Cada inspiración profunda es seguida de un aumento
del débito de LCR a nivel del IV° ventrículo (Schrot 1992; Bouyssou 1985). El
estudio de la cinemática mandibular muestra que esta se asocia a la inspiración
modificando la circulación intracraneana. Lepp (1982) describió “los movimientos
mandibulares que desempeñan el rol de poner en acción, según resulte necesario, la bomba músculo-venosa
pterigoidiana que funciona en la parte superior del espacio parafaríngeo anterior
o pre-estiliano. De esta manera, la bomba paratubaria puede intercalarse en el
mecanismo que desagua la sangre venosa fuera del endocráneo, con el sinus
canalis ovalis como vía principal. Así la cisterna pterigoidiana, correspondiente
a la pars caverna del plexo pterigoidiano y ella misma prolongación extracraneana
y transovalar del seno cavernoso, juega importante rol como estación intermediaria
de aceleración para el reflujo de la sangre cerebral (...). Se podría con razón
considerar la cinemática mandibular conjuntamente con el músculo pterigoideo lateral
como un veno-motor o motor venoso, tanto más cuanto que, juntos, de hecho ambos
representan el mecanismo disparador propiamente dicho que pone en marcha la acción
– de bombeo músculo-venoso alternado – de la pars cavernosa del plexo pterigoideo.
Esta acción es particularmente eficaz, con evidencia, en oportunidad del acto de bostezar aislado o propiamente dicho,
esto es, sobre todo cuando la boca alcanza su apertura máxima. Empero, reiterémoslo,
el bostezo mismo a menudo no es más que la iniciación de una reacción motriz músculo-venosa
en cadena, extendida a los miembros y a toda la musculatura esquelética bajo la
forma de ondas tónicas propagadas en dirección rostro-caudal hasta la punta de
los dedos de manos y pies.” Parece así que la amplia inspiración y máxima apertura
bucal aceleran la circulación del LCR. Ya en 1912, Legendre y Piéron estimaron haber
puesto en evidencia la presencia en el LCR de un factor hipnógeno que se acumulase
en él durante la vigilia.
Esta centenaria búsqueda de factores inductores
del dormir, humorales y no neuronales, ha hecho pasar en detallada revista más
de cincuenta moléculas. Actualmente sabemos que una prostaglandina, PGD2, opera
como una hormona de actividad local, producida por las meninges. Su fijación sobre
un receptor específico es seguida por una transducción, desde la leptomeninge hacia
el parénquima cerebral, que activa la fabricación de adenosina, la cual ejerce
un efecto inductor del dormir a nivel del núcleo preóptico ventrolateral (VLPO)
del hipotálamo anterior. Es pues posible que bostezos y pandiculaciones, induciendo
una aceleración de la efluencia de PGD2, reduzcan la propensión a dormirse (Hayaishi
2005).
Bostezos y pandiculaciones, en el apogeo de
la amplia inspiración, provocan el aumento de la presión intratorácica, proseguido
por una rápida depresión con la espiración que le sigue. De ello resulta un bloqueo
del retorno venoso y linfático sucedido por su eflujo acelerado. B. Nolman
(2006) propone un rol de activación de la circulación linfática que drena el
canal torácico hacia la vena cava, lo que sería capaz de hacer jugar un rol “inmunitario”
a los bostezos. De modo comparable, la amplia inspiración del bostezo abre los
alvéolos en atelectasia y participa así de los mecanismos de dispersión que reparten
el surfactante, como lo hace un suspiro, de donde podría concurrir también a mejorar
la función ventilatoria. El bostezo dirigido es así utilizado en el tratamiento
de las secuelas operatorias, especialmente en cirugía torácica (Cahill, 1978).
En el acmé de un bostezo, la apertura de la
trompa de Eustaquio airea la caja del tímpano. Asociada con oclusión palpebral,
el descenso de audición así provocado concurre a producirle al bostezador una
breve desconexión sensorial del ambiente. En ocasión de patologías rinofaríngeas
o de variaciones altitudinales (montaña, aeronavegación), el bostezo constituye
un medio terapéutico de repermeabilización tubaria que proporciona mejoría a
las sorderas de transmisión, inflamatorias o funcionales (Laskiewicz, 1953; Winter,
2005). Debido a la extrema apertura faringo-laríngea que los caracteriza a
nivel de las vías aéreas superiores, los bostezos participan de una forma de
relajación de la musculatura faringolaríngea, permitiendo retomar la palabra. En
efecto, esta musculatura extrínseca e intrínseca de la laringe es particularmente
sensible al estrés emocional. Su hipercontracción es el denominador común de
todas las formas de disfonías y afonías, bien funcionales o bien psicógenas. El
bostezo es pues una terapéutica de los surmenages
vocales. Dicha terapéutica es eficaz para combatir la elevación excesiva de la
laringe y la constricción de la glotis que los caracterizan. Tales surmenages corresponden a un esfuerzo tónico-espástico
de los músculos de la laringe, que provoca la ascensión de esta. El bostezo abre
la glotis al máximo y reposiciona la laringe en la posición más inferior de su
posible excursión, reduciendo el esfuerzo muscular. Los profesores de canto enseñan
a sus alumnos técnicas de bostezos provocados, como forma de relajación laríngea.
Por tal motivo no es raro ver cantantes de opera bostezando antes de entrar a escena
(Xu, 1991; Boone, 1993).
¿Bostezos y pandiculaciones, protagonistas
de la interocepción y del esquema corporal?
Le escuela primaria, siguiendo la tradición
aristotélica, enseña que disponemos de cinco sentidos externos o más bien subdivisiones
sensoriales principales. Pero, englobando sensaciones de diversa fuente, podríase
declarar otra de tales subdivisiones a las informaciones de un sexto sentido
que como tal nos beneficia, la interocepción o capacidad de percibir estímulos
sensoriales internos de nuestro cuerpo. El término interocepción, o somatoestesia
vegetativa, fue propuesto por Sherrington en 1905. Pero en 1749, Buffon, retomando
una idea de Cardano publicada en 1554, había propuesto la lascivia como un
sexto sentido. ¿No es acaso la voluptuosidad el resultado de una interocepción
armoniosa? El mundo animal conoce otros sentidos que nos son ignotos: electrorrecepción,
magnetorrecepción, ecolocalización por ultrasonidos. Nos proponemos aquí
mostrar cómo el bostezo integra la interocepción y con ello participa de
nuestro estado de vigilia y de la composición de nuestro esquema corporal.
La vigilia o conexión con el ambiente es el
estado esencial para la función biológica que desempeña la consciencia. Esta necesita
la capacidad de integrar informaciones sensoriales del mundo circundante, así
como sensaciones del ressenti (introyente) de nuestro estado físico interno,
moduladas por las emociones y la memoria. Las sensaciones aferentes que provienen
del sistema músculo-esquelético convergen por las vías espinotalámicas y espinorreticulares
hacia el tálamo, los núcleos del rafe y, tras ello, hacia el córtex parietal
ascendente. El tálamo y el PVN participan de un circuito que envía y recibe
influencias del locus coeruleus y de los núcleos túbero-mamilares, estructuras estas
involucradas en los reflejos autonómicos. Los nervios craneanos trigémino (V),
facial (VII), neumogástrico (X) y las raíces cervicales C1-C4, motores y/o
sensitivos, transmiten asimismo aportes somestésicos que convergen hacia el núcleo
del tracto solitario (NTS). Este núcleo provee una interfaz de informaciones periféricas
necesaria para la estimulación de la reticulada ascendente en el tallo cerebral,
del locus coeruleus en particular, que es fuente de la activación de los sistemas
de vigilia (que muy genéricamente podemos esquematizar como adrenérgico en el
puente, dopaminérgico en los pedúnculos, histaminérgico en el hipotálamo, colinérgico
en el núcleo basifrontal de Meynert). El NTS está involucrado en los tres comportamientos
mencionados, de vigilia, saciedad y sexualidad. Las neuronas del NTS proyectan también
al núcleo parabraquial que, a su vez, proyecta hacia múltiples localidades del tallo
cerebral y diencéfalo incluido el tálamo. Pero, sobre todo, estas estructuras
proyectan hacia el sector de sensaciones viscerales de la ínsula, de la
amígdala y del córtex latero-frontal, especialmente el derecho (Steriade, 2001;
Stehberg, 2001, McHaffie, 2005). Es por estos circuitos que una actividad homeostásica
automática subcortical, inconsciente, aporta elementos que se conservan al engendrar
contenidos de consciencia. La integración autonómica, somática y límbica por
tales vías permite extraer una percepción corporal, a la que puede asociarse una
sensación placentera o displacentera.
Se propone pues que las variaciones de estado
del tono muscular periférico antigravitatorio, transmitidas por esas vías, desencadenan
bostezos y pandiculaciones que, por las potentes contracciones musculares, activan
los sistemas de vigilia. El ressenti o
percatación de la actividad músculo-esquelética provoca una sensación de bienestar,
una agudización de la timia necesaria para la representación del esquema
corporal, en la vigilia por ejemplo, como lo propone la teoría de James-Lange
de las emociones. A. Damasio se expresa análogamente en su “somatic marker hipotesis”.
Ecokinesia del bostezo, « teoría de la
mente » y empatía.
Los humanos son sociales. Una de las funciones
primordiales de su encéfalo es optimizar la capacidad de interactuar con los
otros. El logro de interacciones sociales depende de la capacidad de comprender
a los otros en el nivel de sus acciones motrices (intencionalidad) y percepciones
emocionales, así como de una integración cognitivo-mnésica y comparativa del sí
mismo del otro (empatía, altruismo), capacidades todas que la psicología angloestadounidense
suele englobar como “theory of mind”
(TOM). Por otra parte es desde siempre conocido que el bostezo es “contagioso”;
la etología habla de replicación comportamental y la neurología, desde J.-M.
Charcot, habla de ecokinesia. ¿Confiere esta ecokinesia a los bostezos alguna calidad
de comunicación social no-verbal relacionada con la TOM y la empatía?
El descubrimiento de neuronas-espejo por
Rizzolatti y Gallese (1996) aporta a una explicación de los elementos neurofisiológicos
en la TOM. La promoción de capacidades exploratorias del ambiente, las circunstancias
fisiológicas de la toma de decisiones, en particular en caso de urgencia frente
a un predador, la preparación de la acción en general, responden todas, en la mayoría
de los vertebrados, a la activación de neuronas-espejo en las áreas motrices corticales.
Las mismas se activan en ocasión de la percepción de movimientos y de acciones
de congéneres en reconocimiento de que la generación de tal movimiento o acción
intencional y tal vez los contenidos mentales que ellos relacionan involucran estructuras
neuronales similares. Así, en una vereda parisina, el acercamiento del peatón descubierto
por una paloma automáticamente desencadena el vuelo de la bandada, la mayoría de
cuyos integrantes no tuvo percepción del riesgo. Este automatismo motor cooperativo,
resultado de respuestas adaptativas evolutivamente seleccionadas, valoriza la
vida en grupo en términos de seguridad frente a los predadores. La ecokinesia del
bostezo no responde a este mecanismo;
lo indican su retardo en ejercerse y su inconstancia. En efecto, sólo es sensible
a la ecokinesia el individuo en estado mental poco estimulado (transporte en común),
al que un trabajo intelectual sostenido tornaría insensible. Schürmann et al. (2005) han creído confirmar en el
humano, por exploración en fRMN (resonancia magnética nuclear funcional), la ausencia
de activación de neuronas-espejo del área de Broca (córtex frontal póstero-inferior,
usualmente del hemisferio izquierdo), en oportunidad de la ecokinesia del bostezo,
contrariamente a la observación gestual durante la cual aquellas neuronas se activan
tanto en la ejecución cuanto en la observación de cierta actividad motriz ("decodificación
de la intencionalidad"). Estos elementos etológicos y neurofisiológicos abonan
la idea de que la ecokinesia del bostezo no es una imitación motriz.
El reconocimiento visual del ambiente pone
en juego diferentes circuitos neuronales que participan en la tarea de
distinguir objetos inanimados de seres vivientes (Puce, 2003). El reconocimiento
de rostros humanos involucra la activación de neuronas específicamente dedicadas,
a nivel del temporal. La integridad de la región temporal inferior (IT) (Afraz,
2006; Leopold, 2006) permite una identificación inmediata de un rostro en su globalidad,
tanto para la identidad cuanto para la expresión, y la memorización involucrada
es, aparentemente, "autónoma" o no-hipocámpica. El área del surco
temporal superior (STS) se activa, a su vez, específicamente en la percepción de
movimientos de los ojos y de la boca, sugiriendo hallarse involucrados en la percepción
visual de las emociones. Schürmann et al.
(2005) mostraron la activación del STS en la ecokinesia del bostezo, automática
e involuntaria, y su transmisión hacia la amígdala izquierda, el córtex
cingular posterior y el precúneo. Estas estructuras se asocian a la
discriminación de emociones expresadas por el rostro humano y, especialmente, en
la apreciación de la veracidad del introyente que el interlocutor expresa.
Platek et al. (2003; 2005) encontraron
una correlación entre activación de circuitos neuronales fuera del STS y rasgos
de personalidad. Los sujetos sindicados como "empáticos" o muy sensibles
a la ecokinesia del bostezo activan amígdala y córtex cingular, mientras que los
sujetos sindicados de "esquizoides", insensibles a la replicación del
bostezo, no activan estas estructuras. El estudio de los elementos neurofisiológicos
en la empatía (Carr, 2003) rescata una similaridad de las áreas activadas (STS,
ínsula, amígdala, córtex cingular) excepto por la ausencia de actividad de los
lóbulos frontales en la ecokinesia del bostezo. Parece así que, mientras el
entendimiento de la intencionalidad (involucrando neuronas-espejo motoras) y el
compartir emocional automático (involucrando neuronas-espejo de la ínsula, amígdala
y córtex parietal usualmente derecho) necesitan, para su decodificación, una
activación neuronal común – o comunidad de acción-percepción – simultánea a una
inhibición frontal (activación órbito-frontal) inhibidora de la exteriorización
motriz, en contraste la ecokinesia del bostezo carece de la capacidad de ser inhibida
involuntariamente, por carecer de estaciones intermedias (relais) frontales. Como antítesis, la activación temporoparietal derecha
permite diferenciar entre uno mismo y el otro identificando, a nivel consciente,
el rol causal del bostezo del otro (Decety, 2006).
Anderson (2004) mostró que los chimpancés bostezaban mirando bostezos
de congéneres en video pero no cuando miraban otras expresiones faciales. Los
chimpancés, como los humanos, serían pues sensibles a la ecokinesia del bostezo.
Aunque la realidad de una TOM en el chimpancé provea aún materia de controversia
(Povinelli, 2003), la existencia de una ecokinesia del bostezo aboga en favor
de una teoría de diferentes niveles de TOM, quizás secundaria a las diferentes vías
de la evolución de las capacidades cerebrales de los homínidos. También la patología
psiquiátrica humana parece disecar la TOM de manera comparable (Blair, 2005).
Anderson (2003) asimismo ha puesto en
evidencia que el niño no es sensible a la ecokinesia del bostezo antes del sexto
año de vida, es decir tras haber adquirido la capacidad de reflexionar en lo
que el otro piensa, atribuyendo a otros estados mentales (Gergely, 2003). Un estado
de maduración neurocognitiva de orden funcional sería pues necesario a fin de
tornarse sensible a la ecokinesia del bostezo.
En suma, un vínculo fenomenológico parece
existir entre la capacidad de atribuir un estado mental a otro (TOM, base de la
empatía), y la ecokinesia del bostezo. Paralelamente a la jerarquía neuroanatómica
que separa la TOM en niveles sensoriomotrices, emocionales y cognitivos (Blair,
2005), la ecokinesia del bostezo autoriza una disociación de la TOM, por su
ontogenia y su filogenia, en diferentes niveles del desarrollo, sostenidos por una
activación diferenciada de circuitos neuronales específicos. La ecokinesia del bostezo
habría conferido una ventaja selectiva, permitiendo la eficaz sincronización de
niveles de vigilancia entre los miembros de un grupo social. Tal ecokinesia
participaría de una forma de empatía instintiva involuntaria, que puede calificarse
de rudimentaria, aparecida probablemente de modo tardío en el curso de la evolución
de los homínidos.
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21 DE AGOSTO – CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE BRAULIO MOYANO
2006 – CINCUENTENARIO DE LA MUERTE DE CHRISTOFREDO JAKOB – 2006
2006 – CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE BRAULIO MOYANO – 2006
2006 – Año de homenaje al Dr. Ramón Carrillo – 2006
en el quincuagésimo aniversario
de su deceso y el centenario de su nacimiento.
Decreto 1558/2005 de la Presidencia de la Nación
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2006 – A TREINTA AÑOS DE LA PATENTE BRITÁNICA 1.582.301 – 2006
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L'aliénisme en
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Metaphors at odds in conceiving organismal-societal government: The Political Structure of the Brain: Cerebral Localization in Bismarckian Germany
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One of the earliest recorded works in Biological Psychology presents a synthetic system of psychology weaved from positivist philosophy and the principles of physical chemistry
: The Biological Psychology of José Ingenieros, some biographical points, and Wilhelm Ostwald’s (Nobel Prize Chemistry, 1909) Introduction to the 1922 German edition
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Comentando una "ilusión óptica" / Commenting an "optical illusion":
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